Jørn Utzon La esencia de la arquitectura

Source: Jorn Utzon. Conversaciones y otros escritos. GG Gustavo Gili. 2010Shop: La CapellYear : 1948
Date: March 7, 2023 Category: Texts, Things

Ponemos todo en relación con nosotros mismos. Nuestros entornos nos influyen por su tamaño relativo, su luz, su sombra, su color, etc. Nuestro estado depende completamente de si nos encontramos en una ciudad o en el campo, o de si el espacio en el que estamos es grande o pequeño.

En un principio nuestras reacciones frente a tales circunstancias son inconscientes, y solo caemos en la cuenta de ellas en ocasiones especiales como, por ejemplo, cuando gozamos de un detalle o sentimos un particular vínculo con el entorno o una acusada sensación de desagrado.

Sin embargo, nuestro punto de partida debería consistir en provocar nuestras reacciones inconscientes hasta que se hagan conscientes. Al cultivar nuestra capacidad de captar estas diferencias y el efecto que provocan en nosotros, al estar en contacto con nuestros entornos, encontramos nuestro camino hacia la esencia de la arquitectura.

Si queremos incrementar nuestros conocimientos sobre arquitectura, debemos entender que, de entre todos los cambios de las circunstancias, la expresión arquitectónica se crea conjuntamente con la estructura social. La verdadera esencia de la arquitectura puede compararse con las semillas y un concepto fundamental en arquitectura también debería tener algo del carácter inevitable que el principio de crecimiento tiene en la naturaleza.

Si pensamos en las semillas que se convierten en plantas o árboles, comprobamos que todas aquellas que son del mismo género se desarrollarían de la misma manera si los potenciales de crecimiento no fueran tan diferentes, y si cada proceso de crecimiento poseyera en sí la capacidad de desarrollarse sin condicionantes; bajo distintas condiciones, unas semillas similares se convierten en organismos muy distintos.

Nuestros entornos y el tiempo en el que vivimos son bastante diferentes de lo que fueron antaño, pera la esencia de la arquitectura, la semilla, es la misma. El estudio de la arquitectura existente debe consistir en dejarnos influenciar espontáneamente por ella y en apreciar como las soluciones y los detalles dependían del tiempo en el que fueron creados. Para que el arquitecto trabaje con un control absoluto de los medios, debe experimentar, practicar – como lo hace un músico con sus escalas- con la masa, con los ritmos que forman las masas agrupadas en combinaciones de colores, luces y sombras, etc.; debe sentir con ferviente intensidad y ensayar su habilidad de crear formas.

Todo ello requiere estar muy familiarizado con los materiales: tenemos que ser capaces de entender la estructura de la madera, el peso y la dureza de la piedra, el carácter del vidrio; nosotros y nuestros materiales debemos convertirnos en una sola cosa y debemos ser capaces de crear y utilizarlos de acuerdo con su constitución.

Si entendemos la naturaleza del material, dispondremos de su potencial de un modo mucho más tangible que si nos basamos en formulas matemáticas y formas artísticas. Las matemáticas ayudan al arquitecto a comprobar que lo que presupuso era correcto.

Todo ello implica entender la vida desde un saludable sentido común: un entendimiento del andar, del estar de pie, del sentarse y del estar tumbado cómodamente; del disfrutar del sol, de la sombra, del agua que corre sobre nuestros cuerpos, de la tierra y de todas aquellas sensaciones más difíciles de definir. Un deseo de bienestar debe ser fundamental en toda arquitectura si queremos lograr una armonía entre los espacios que creamos y las actividades que se desarrollan en ellos. Se trata de algo bastante sencillo y razonable que requiere una habilidad para crear armonía a partir de todos los requerimientos que genera la iniciativa en su conjunto, una habilidad para convencerlos de que crezcan juntos, para formar un todo nuevo, como en la naturaleza; la naturaleza no sabe de limitaciones, no acepta todas las dificultades como tales, sino simplemente como nuevos factores que, sin señal de conflicto, se desarrollan en un todo.

Entender toda inspiración presente en cada uno de los innumerables medios de expresión del hombre, trabajar a partir de nuestras manos, nuestros ojos, pies, estómagos, a partir de la base de nuestros movimientos, y no basándose en normas estad1sticas y reglas creadas según el principio de lo más usual; este es el camino hacia una arquitectura que sea tan variada como humana.

Es necesario estar en sintonía con la época y con el entorno, encontrar inspiración en la propia tarea, si los requerimientos de ésta tienen que traducirse al lenguaje arquitectónico para crear una unidad entre los diferentes factores.

Al mismo tiempo, el arquitecto debe tener la habilidad de imaginar y crear, una habilidad que a veces se llama fantasía, a veces sueños.

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