Los nuevos vestuarios para una pista deportiva son un proyecto de compromiso y actividad.
El proyecto se encuentra en el lÃmite entre una instalación deportiva y uno de los últimos vestigios del Sant Adrià preindustrial, la masÃa de Can Rigalt.
Parte de este compromiso se materializa al generar un patio de acceso al conjunto, recorrible sobre el borde de los vestuarios. Una cancela generada por piezas de celosÃa de hormigón protege el patio y el acceso.
Al nivel de la pista se sitúa el frente de vestuarios. Este edificio-borde, el lÃmite grueso conformado por el programa, responde a las condiciones del lugar. Es un frente continuo, translúcido, y luminoso hacia la pista. Apenas un biombo de madera y u-glass viste el espacio interior. Tras él se intuyen los cinco vestuarios, el bar y zonas de aseo, las piezas de programa cuyos muros de perÃmetro resueltos mediante ladrillo perforado sustentan la cubierta del edificio. En su parte posterior responden a la forma de la masÃa. El acceso desde la rampa separa la zona de almacenaje y maquinaria, de mayor altura y levemente anexa a la medianera preexistente.
La cubierta de los vestuarios se construye como un elemento de grada, donde se acumulará la actividad y el bullicio de los espectadores. En su parte posterior, unos balcones vestidos en brillante cerámica roja responden a la geometrÃa de los vestuarios, provocando la aparición de una pequeña plaza elevada, un mirador sobre la masÃa. El sitio en el que los hermanos menores juegan a las chapas mientras su padre aclama en la grada al hermano deportista.
La construcción de los vestuarios es económica, sencilla, seriada, la propia de las edificaciones de la periferia. El proyecto confÃa su imagen a la geometrÃa, sin alardes en sus acabados. Las sombras de las cancelas, los reflejos de las curvas cerámicas y el blanco de fondo son suficientes y necesarios para configurar el lugar. Para vivir en el lÃmite.
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