Barozzi Veiga Entrevista (2)

Text and Images: Joan MassaguéYear: 2016
Date: November 13, 2016 Category: Texts, Things

En cada uno de estos tres proyectos hay un gran respeto e intento de diálogo con algo anterior, ya sea con un edificio, con un vacío o con restos de una arquitectura pasada que solamente han permanecido en el plano horizontal. Es un hecho casi arqueológico. Es interesante pensar vuestra arquitectura en estos términos. Mostrarse como un objeto arqueológico que ha permanecido con un fuerte arraigo en el lugar donde se asienta.

FB: Bueno… ¡es algo extraño plantearse un proyecto pensando en su futura ruina! Lo que sí podemos decir es que seremos los primeros en transformar en ruina arqueológica un proyecto de Zumthor… algo que sin duda impone respeto. Bromas aparte, el caso de Lausanne nos parece muy interesante en este sentido. A veces la preservación del espíritu de un lugar no pasa necesariamente por mantener el volumen construido que lo define. Nuestra decisión fue destilar aquello que verdaderamente considerábamos valioso de la preexistencia, y construir en torno a él el corazón de la nueva propuesta. En este caso decidimos conservar la nave principal, el espacio más noble de la construcción anterior, enclavando bajo él el foyer y entrada principal del nuevo edificio. Todo lo demás desaparece a nivel volumétrico, dejando una simple traza o huella en el pavimento del nuevo espacio público.

AV: Yo no creo que nosotros hagamos una aproximación a la arquitectura desde el punto de vista arqueológico, pero sí desde el punto de vista de la memoria del lugar. Intentamos interpretarla. En Lausanne procuramos hacerlo desde la preservación de algunos fragmentos de esa memoria colectiva que permanece en nosotros, en nuestro carácter. En el caso de Chur la memoria de la que hablábamos pasaba por mantener el espíritu del espacio público, del jardín, que acaba siendo tanto o más importante que la propia preexistencia, huyendo quizás de una relación más clara con lo construido, pese a que también se produzca. Y en Brunico creo que todo aquel que se enfrentase al proyecto de la escuela podía reflexionar sobre las relaciones que se establecen entre las preexistencias y sus elementos colindantes, no tanto en términos formales sino en aspectos relacionados con la memoria propia del lugar. Es esta memoria lo que yo entiendo que quieres decir cuando hablas de arqueología.

Exacto. Y este modo de proceder parece establecer una relación mucho más íntima con el habitante del lugar, y en vuestro caso, gracias al uso de un lenguaje que escapa de la formalización directa de lo cercano, crear un vínculo cercano a algo universal.

AV: La arquitectura jamás es explicada al habitante de la misma. Lo que si podemos procurar es intentar generar una especie de sensación de duda y comprensión al mismo tiempo. Y para eso funciona la memoria. Hay algo bello en encontrar vínculos aparentemente inexistentes entre tú como individuo y el lugar donde te encuentras. Y como digo, esos vínculos acostumbran a ser personales o culturales, y en la mayoría de los casos se alejan de lo inmediatamente “arquitectónico”.

En este discurso hay algo muy interesante por su ambigüedad. Resulta muy difícil dirimir entre teoría y práctica, tanto en cuanto vuestro grueso de trabajo se ha basado en concursos.

FB: Creo que esa ambigüedad se debe a la retroalimentación entre ambas. Mi formación bebe de las dos fuentes. La académica, yo estudié en la IUAV, fue puramente teórica, mientras que en España aprendí la dimensión práctica de las cosas. Pues bien, al final de mis estudios en Venecia, una universidad estrella en los años setenta y ochenta, me di cuenta que prácticamente en su totalidad la integraban académicos, teóricos, que bloqueaban totalmente una institución que años atrás había sido puntera. ¿Por qué? Porque faltaba soportar esa teoría con una base práctica y constructiva adecuada.

En nuestro caso intentamos evitar tal bloqueo. Nosotros comenzamos a trabajar por placer, y en el transcurso de nuestra trayectoria hemos procurado definir un marco teórico sobre el que movernos, con el objetivo de acreditarlo y alimentarlo con el trabajo práctico. Es importante ser consciente de que la falta de alguna de las dos experiencias haría ir al proyecto tremendamente cojo.

AV: Sí, es así. No sólo la experiencia tangible basta. Como no solo la reflexión teórica basta. Así como me atrevería a decir que sólo con ellas dos no basta. Otras experiencias como la docente son de gran ayuda en la concepción de un proyecto completo. Cuantos más puentes seamos capaces de tender entre unas fuentes y otras, más capaz será el proyecto de asentarse.

Una vez os escuché decir que se debe ser consciente de cuando susurrar como un portugués, cuando ser impositivo como un suizo…

FB: Efectivamente. Esto lo escribimos ya hace algún tiempo e intentamos seguir manteniéndolo vigente. Los proyectos de los que hemos hablado dan cuenta de ello. Según el lugar, el programa y otras variables de cada encargo o proyecto, éste debe comportarse de una manera u otra.

AV: La arquitectura es como una conversación. A veces es mejor no decir nada y atender, pero a veces es mejor gritar, ésta es la reflexión que queríamos hacer cuando dijimos esta frase.

Esta voluntad de diálogo parece haberse perdido poco a poco en los últimos años. Sin embargo ahora es un motivo de reflexión importante. ¿Es ése el camino a seguir?

AV: Para nosotros la arquitectura se basa en una serie de conceptos básicos, personalmente destilados, que nos llevan a hacer un tipo determinado de proyectos. Obviamente no somos ajenos a lo que pasa, pero lo utilizamos de manera muy filtrada sin convertirlo en el motivo principal de nuestra arquitectura. Realmente no sólo el contexto socio-económico o cultural puede valer para fundamentar un proyecto. Creemos que hay algunos fundamentos más profundos que permiten abordar un proyecto independientemente de la actualidad.

FB: ¿Y hacia dónde vamos? Pues me gusta pensar que cada vez recurrimos más a los “fundamentales”. Construir argumentos proyectuales muy simples y claros. En el caso de Chur el proyecto recurre a lo sólido, grave, estricto, donde la geometría interna funciona como un reloj, construyendo así un volumen preciso que define un encuadre urbano óptimo. Hacia eso nos encaminamos, hacia una arquitectura que se acerque a lo fundamental o, si se quiere, a lo primitivo.

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