Por Carlos Garmendia Fernández
Fotografía: Pedro Pegenaute
Hace unos meses os enseñé el proyecto de una guardería en Pamplona y en ella ya mencionaba la pasarela de Labrit construida en la misma ciudad, ambas obras del joven despacho navarro Pereda Pérez Arquitectos, despacho que hace unas pocas semanas finalizaba su último proyecto, una vivienda unifamiliar en Villarcayo (Burgos) y que nos ha brindado la oportunidad de que en HIC> seamos los primeros en sacarlo a la luz.
Un proyecto del cual he podido seguir vagamente el proceso de obra y del que sé, en parte por lo que he podido observar y en parte por lo que después me han contado sus autores, que se trata de una de esas obras en las que disfrutas cada día, y lo haces por su escala, por sus tiempos, por las personas implicadas y por el resultado final.
Por la escala porque, al menos por mi experiencia, un proyecto pequeño como éste te permite una precisión y exactitud a la hora de construir difícilmente alcanzable en obras de mayor envergadura, siendo así posible controlar cada apartado a un mayor nivel.
Por los tiempos, los tiempos de una obra levantada casi de forma artesanal, sin prisas excesivas (al menos no a las que nos han acostumbrado los últimos años) y que permiten parar, repensar, volver atrás y mejorar.
Por las personas implicadas, tanto propietarios como constructores, porque pocas veces o más bien ninguna se habla durante la carrera de la importancia del cliente en la Arquitectura, nos enseñan a discutir con el entorno y pelear con los condicionantes geográficos, alguna extraña vez a controlar el presupuesto y de vez en cuando a ser medianamente realistas en cuanto a la construcción, pero no recuerdo ninguna referencia de profesor alguno hacia el peso específico de aquel que te paga y hacia el cual va destinado nuestro esfuerzo como arquitectos (al menos en obra privada) y el cual la mayoría de ocasiones tiene una influencia enorme en el resultado de la obra.
En el caso que nos ocupa, la visión y opinión de los clientes marcaron unas pautas a seguir y estos tomaron parte activa en la evolución del diseño, consiguiendo que el proyecto final resulte radicalmente distinto al que se habría obtenido de ser otros los promotores. Una familia joven que demandaba una vivienda en planta baja, fuertemente relacionada con el jardín y que al mismo tiempo no se perdiera en lo económico.
Por otro lado, los gremios, de los cuales depende también en grandísima medida el resultado del proyecto, trabajaron para esta obra como si de artesanía se tratara (a la vista están los acabados resultantes), un hormigón ejemplar y unos detalles de madera envidiables como ejemplo de un trabajo realizado con interés y un grandísimo conocimiento.
Cuando estos factores confluyen y a uno le gusta lo que hace, el trabajo pasa a ser algo fantástico y generalmente se aprecia en los resultados.
Y más allá de todo este condicionado proceso están los hechos, la construcción que queda en pie, una arquitectura final que queda fijada por un esquema simple y limpio, vivienda en planta baja con un espacio central abierto como lugar de relación de los usuarios apartando a los laterales el programa más íntimo.
Una planta rectangular donde todo gira entorno a ese espacio principal, que actúa de rótula de todo el proyecto, casi como elemento continuación del jardín, como ese lugar intermedio difícil de definir como interior o exterior, como ese porche cubierto bajo el cual se ha colocado la zona de estar.
El volumen puro resultante se eleva ligeramente del suelo por motivos funcionales (se encuentra en un terreno inundable) y conceptuales (enmarcando la perspectiva del espacio central y potenciando la relación con el jardín).
Visualmente elegante, de líneas rectas y sin estridencias, la vivienda acaba siendo un ejercicio de creación de un proyecto que sólo ha empezado, como ya ocurría en la guardería de La Milagrosa (algo que me empieza a parecer una característica inherente a este estudio), creo que a esta vivienda le falta la colonización de sus habitantes para alcanzar su máximo esplendor; ellos comenzaron el proyecto, lo acompañaron junto a los arquitectos y ahora les toca terminarlo día a día con sus pertenencias, sus gustos y su esencia, a mí desde luego, me gustaría estar en su lugar.
Ficha del proyecto:
Autores:
Carlos Pereda Iglesias
Óscar Pérez Silanes
Colaboradores:
Teresa Gridilla Saavedra
Aparejador:
Rodrigo Fernández Bárcena
Contratista:
Construcciones Trespaderne S.L
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