por Jordi Badia
Instalación de Anish Kapoor en el Grand Palais de París.
Una visita rápida a París este fin de semana me ha permitido escaparme hasta el Grand Palais para visitar la intervención de Anish Kapoor. Todavía estoy impresionado. No me lo saco de la cabeza.
Para quien no conozca a este personaje, sólo comentar que se trata de un artista a medio camino entre el escultor y el arquitecto, con una concepción del arte en el que ya no se trata de «ser decorativo» sino más bien de provocar emoción. En este sentido enlaza con la obra de otro artista Olafur Eliasson, que también deberíais conocer y que puede influir en vuestro trabajo con mucha más potencia que cualquier arquitectura que podáis visitar.
Conocí a Kapoor casi por casualidad, topándome con su escultura «Cloud» de Chicago y tratando de averiguar más sobre el personaje que la había diseñado. Más tarde tuve la ocasión de visitar una magnífica exposición en Londres y he podido apreciar un poco más su trabajo, potente y conmovedor (que conmueve).
Esta pieza no defrauda, al contrario. Monumenta 2011 es un evento que encarga una instalación a un artista diferente cada año. este año le ha tocado a Anish Kapoor y ha propuesto llenar el Grand Palais con una sola pieza. De un sólo material. De un sólo color. Un monstruo (Leviathan).
Un enorme hinchable sobrepresionado con aire realizado con una tela plástica traslúcida que ocupa el lugar y lo transforma, planteando temas fundamentales como son la escala, la perspectiva y la luz.
El recorrido empieza visitando el interior de la pieza cruzando una puerta giratoria que te introduce en la penumbra de un interior sumamente oscuro y rojo que sólo se ilumina mediante la poca transparencia que deja el material plástico de la luz cenital que inunda el Grand Palais. La sensación es la de estar en un ambiente casi religioso, parecido al de una capilla al rojo vivo. Impresionante. La gente se mantiene en silencio aceptando la potencia de la experiencia. El rojo lo impregna todo y tiñe las personas de color. La luz cambia cuando pasa una nube y tienes la sensación de estar en las entrañas de un ser vivo.
La visita continua examinando por fuera la pieza, y descubriendo su forma y volumetría. Paseando y jugando con ella. Experimentando sus formas curvas y su tacto suave, pasando por debajo de los arcos que sugiere, observándolo desde diferentes perspectivas y ángulos y analizando la variación de la luz sobre las esferas.
La gente pasea y vive la escultura, colonizando el espacio entre la pieza y el edificio que la acoge (puede ser este vacío y el interior la verdadera escultura?). Valorando el contraste entre las formas futuristas de la instalación y el Grand Palais de 1900.
La tensión que produce la sobrepresión en el plástico es apreciable desde el exterior y tensiona a su vez el espacio. La piel tensa.
La precisión del cosido es espectacular.
No puedes dejar de dar vueltas en silencio y pensar… útero, crisálida… luz, escala, recorrido… tacto, suavidad…. tiempo.
La experiencia persistirá en mi memoria durante muchos años. No deberíais perder esta oportunidad…