El Museo de San Telmo, en su condición actual, no es sino el resultado de un largo proceso de modificaciones sucesivas que han alterado parcialmente su carácter físico y funcional a lo largo de los años. Su ubicación en la franja de encuentro entre la estructura urbana y la topografía del monte Urgull es reflejo -por otra parte- de un problema urbano muy característico de San Sebastián: la solución de un límite nunca completamente resuelto entre paisaje natural y artificial.
¿Cómo afrontar una ampliación contemporánea en San Telmo en respuesta a nuevas necesidades espaciales y a fuertes condicionantes paisajísticos, capaz a su vez de expresar su vinculación con el lugar en el transcurso del tiempo?
El gesto directo y radical que define nuestra propuesta lleva implícito paradójicamente su práctica disolución en el paisaje del monte Urgull. Nos limitaremos a construir un nuevo muro vegetal, profundo y ligero, que se apoya en la diferencia topográfica existente, y que oculta en su interior dos pabellones que albergan el programa requerido. Esta decisión favorece la puesta en valor tanto de las construcciones históricas como de la nueva arquitectura que define la ampliación. El pabellón de acogida, en la plaza Zuloaga, constituirá la nueva entrada al museo, desde la que será posible acceder bien al antiguo edificio -que incorporará las colecciones permanentes- bien al nuevo pabellón para exposiciones temporales. El vestíbulo principal constituirá asímismo el vínculo natural con las nuevas áreas de guardarropa, tienda, salón de actos, mediateca, sala didáctica y cafetería, que completan los espacios necesarios en un museo de estas características.
Un “muro vegetal”: en ciertas ocasiones la metáfora asociada a una idea arquitectónica acaba dando sentido a todos y cada uno de los aspectos del proyecto. Así, los ligeros quiebros y cambios de dirección del muro, son suficientes para resolver con naturalidad los accesos peatonales al monte Urgull, para configurar un espacio de exposición al aire libre, o para permitir una terraza-cafetería abierta al paisaje y a la ciudad.
Como una expresión más de la relación naturaleza/artificio que impregna nuestra propuesta, el nuevo edificio-pantalla quedará definido por una piel metálica perforada envuelta por musgo, líquen y otras especies vegetales que eventualmente llegarán a rodear todo el edificio. Realizada en colaboración con los artistas Leopoldo Ferrán y Agustina Otero a partir de un juego combinatorio de piezas de fundición expresamente concebidas para esta ocasión, se tratará de una intervención inusual en el espacio público de la ciudad que representa un campo de acción común entre artes plásticas y arquitectura.
La nueva ampliación del Museo de San Telmo modificará su aspecto con el transcurso de las estaciones: se desvanecerá en ocasiones para fundirse con la vegetación del monte, y reaparecerá en otras evocando un largo y quebrado muro inacabado: inesperada metáfora -tal vez- de la difícil relación que toda arquitectura establece con el tiempo.