The project for upgrading two carballeiras located on a bank of the Pontiñas River on the outskirts of the town of Lalín, has provided a spatially favourable occasion to embark upon a process with the objective of building a public place within the natural environment.
The design scrupulously respects the existing oak woodland and introduces to it and enriches it with two types of contrivances: architecture and sculpture.
The architecture houses specific activities, creating comfortable spaces for both bodies and spirits; they are veritable woodland shelters, in the truest sense of the word. The sculptures contain and give off messages; they are landmarks and symbols that raise us to sublime states of thought and feeling. Thus, the natural elements – earth, stone, vegetation and water – enhanced by these sculptural and architectural elements blend harmoniously with each other and with visitors, jointly forming a higher-order entity, the animated forest, symbolising the deepest tradition of the Galician, this intimate, necessary, inevitable and permanent communication between man and land.
El proyecto de acondicionamiento de dos carballeiras, situadas en una margen del río Pontiñas, en las afueras de la villa de Lalín, ha ofrecido una ocasión espacialmente propicia para iniciar un proceso que apunta a la construcción de un lugar público en plena naturaleza. La propuesta respeta escrupulosamente el bosque de carballos existente e introduce y se enriquece con dos tipos de artificios: arquitectónicos y escultóricos. Los primeros acogen actividades concretas, crean espacios confortables para los cuerpos y para los espíritus; son auténticos refugios en el bosque, en el sentido más literal de la palabra. Los segundos contienen y emiten mensajes, son hitos y símbolos que nos elevan a estadios sublimes del pensamiento y del sentimiento. Así la naturaleza –la tierra, la piedra, la vegetación y el agua– se complementa con estos artefactos escultóricos y arquitectónicos, se funde armoniosamente con ellos y con los visitantes, formando entre todos un ente de orden superior, el bosque animado, que simboliza la tradición más honda del ser gallego, esa íntima, necesaria, inevitable y permanente comunicación del hombre con la tierra.