Algunas cosas tienen alma.
Existe, en su proceso de desgaste, una franja de impunidad en que un aura fascinante las recubre. Y las protege de toda crítica. Incluidas aquellas que esgrimen carencias funcionales.
¿De qué se compone ese embrujo?
Porque antes no llamaron mi atención. Y justo después ya estarán “demasiado” gastadas.
Pero en esa banda inconcreta de tiempo consiguen que fantasee con mil vidas posibles tras su piel.
Las imagino mucho más plenas y más profundas de lo que probablemente sean. O puede que hayan llegado a serlo.
Porque eso es la arquitectura: conseguir universos contenidos, dominar su producción.
Y puede que también lo sea el contemplar, tras su esplendor, su decadencia.
En algún punto intermedio se ha producido el embrujo. Que quizá, por otro lado, sea posible rehabilitar o producir intencionadamente de cero.
Pero me cuesta creer en la arquitectura que no refleja – o que pretende no reflejar – el paso del tiempo.
2 Comments
Sens dubte la capacitat d'envellir bé o malament dels edificis és una de les coses més interessants de l'arquitectua, massa oblidat molts cops, fixats i obsessionats per la foto més que pel resultat al cap del temps. Com el temps pot arribar a canviar l'arquitectura, per bé…però també per mal. Una reflexió molt encertada!
Precioso y conciso texto de Jesús. No podría estar más de acuerdo. Una grata sorpresa para los que seguimos sus pasos boreales verlo publicado aquí, enhorabuena!