La iglesia de San Lorenzo estaba formada por una cabecera histórica de principios del siglo XVI y una nave reciente de mala calidad que fue demolida para construir la actual. Ésta constituye un espacio en cierto modo autónomo respecto a la cabecera por altura y organización espacial pero al mismo tiempo estrechamente relacionada con ésta.
La nueva nave está formada por una estructura de hormigón apoyada en los muros perimetrales y en un único pilar. Dos lucernarios perpendiculares entre sí introducen la luz en este espacio que pretende tener una atmósfera de carácter sacro por su severidad y esencialidad. Los muros tienen un tratamiento rugoso mediante un enfoscado que permite transparentar el ladrillo con el que están interiormente construidos.
Sobre la estructura de hormigón que refleja en su textura su realización mediante un encofrado de madera, se apoya una estructura de viguetas también de madera lo que sugiere una secuencia temporal de la construcción del edificio. En los muros se abren dos únicos huecos, una ventana que sólo permite la entrada de luz y otra muy pequeña cuya luz se refleja en la pila de agua bendita. Exteriormente la iglesia tiene un acabado mural de piedra de irregular textura y una única puerta preexistente pero que tras la construcción de la nave, aparece aislada respecto a los muros de la iglesia cobrando una autonomía expresiva que antes no tenía. La situación de esta puerta respecto a la nave y la estratégica situación de las entradas de luz mediante lucernarios, proporciona una secuencia de recorrido interior articulada por el pilar único junto al que se sitúa la pila bautismal y el confesionario, hasta descubrir finalmente el altar en la penumbra.
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