Gio Ponti Silla Superleggera

Text: Jaume PratShop: CASSINAYear: 1957
Date: May 4, 2023 Category: Classic, Things

La historia es breve: Gio Ponti diseña esta silla en 1955 por encargo de Cassina, empresa que la ha venido produciendo ininterrumpidamente desde entonces. 57 años después de su comercialización, quizá sea la obra más conocida del arquitecto.

Su rasgo más característico es una estructura de madera de fresno (extraordinariamente resistente y flexible, de tanta calidad que, tradicionalmente, se usaba para la fabricación de lanzas) al límite de su resistencia, lo que le da un aspecto estilizado, casi frágil, elegante, sobrio. El asiento está fabricado en paja egipcia trenzada.

Nos hallamos ante uno de los pocos diseños verdaderamente clásicos que conozco. Y es así porque, a diferencia de muchos otros diseños considerados clásicos, nuestra distancia mental a la hora de enfrentarnos con él es exactamente la misma que tenían su arquitecto y sus primeros usuarios.

Tomemos ejemplos alternativos de diseños clásicos del mundo de la arquitectura y de la ingeniería industrial: La Villas Rotonda y Savoye, una cocina económica, un PC IBM de 1977. Nuestra percepción de ellos queda distorsionada por los avances culturales y tecnológicos posteriores. Así, nuestra manera de habitar estas casas no será, jamás la misma que la de sus primeros habitantes en ningún modo: ni nuestros parámetros de confort, ni nuestra percepción del tiempo o del espacio. Las cocinas económicas se usan, actualmente, de un modo elitista: como residuo cultural para preparar determinadas comidas, o por su belleza. Difícil pensar que sus primeros usuarios tenían eso y sólo eso para cocinar.

Sin alternativas viables. Un PC Apple II del 77 (22 años posterior a la Superleggera) será, actualmente, una pieza de museo sin la más mínima utilidad práctica: un objeto nostálgico del que admiraremos su diseño como si de una escultura se tratase. Estos objetos son clásicos de un modo radicalmente diverso al de la silla Superleggera: por lo que han significado para nosotros, por sus posibilidades de reciclaje, por la potencia de un diseño que, descontextualizado, podrá renovarse de un modo diverso a su uso inicial.

A diferencia de estos diseños, la silla Superleggera se sigue produciendo exactamente igual que el primer día, sin transición de ningún tipo, por la misma empresa y para el mismo uso. Esto se debe al lenguaje que habla y a su relación con la tradición, que va mucho más allá de la estilización de una Seglia di Chiavari italiana, convirtiéndose en una reflexión sobre la propia acción de sentarse. Así, la humanidad se podría dividir, prácticamente, en dos grupos de civilización contrapuestos: los que se sientan en sillas y los que se sientan en el suelo. Grosso modo, toda Europa se sienta en sillas. El África subsahariana y Oriente no la conocen, siendo el punto de inflexión alguna de las paradas de la Ruta de la Seda. La Ceremonia del Té japonesa (el cha-no-yu), una de las más bellas que el ser humano haya podido concebir, descarta completamente la silla. El sentarse en el suelo, los movimientos que imprimen al cuerpo la posición requerida para ello, el punto de vista más bajo, han arrastrado (o culminado) toda una concepción del espacio y de la vida.

La concepción espacial y cultural occidental del hecho de sentarse podría resumirse en La Última Cena, de Leonardo da Vinci. En este cuadro, la captura del momento en que Jesucristo anuncia su traición por parte de uno de los Apóstoles presentes, al menos cinco de los Apóstoles están sentados. La actitud corporal de los demás requiere, inevitablemente, que lo hayan estado durante el momento precedente. Y más: los Doce Apóstoles no están rodeando al maestro, sino distribuidos de un modo que incorpora al espectador del cuadro, si éste está sentado, al espacio. Quizá sea ésta la explicación de que su reproducción presida tantos y tantos comedores.

Todos tenemos el arquetipo de una silla en la cabeza. Si éste no se corresponde con ninguna silla concreta es por el límite intrínseco que existe a la hora de optimizar cualquier diseño. Un diseño puede optimizarse sólo hasta un límite difuso más allá del cual existe un margen de variación que impedirá que se identifique con una idea: diseñamos por aproximación, y es en este margen estrecho entre el objeto y el diseño arquetípico donde está instalada toda la historia de la arquitectura.

El lenguaje de la silla Superleggera está muy próximo al límite del arquetipo: lo está por haber incorporado, desde su propia concepción, dicha idea de límite. Singularmente del límite estructural ya citado. Lo está, también, por ser un diseño perfectamente reconocible, bello, autónomo formalmente, tan carismático como el propio Gio Ponti tirando la silla por la ventana de su estudio milanés, ubicado en una segunda planta, e invitando a sus promotores, escépticos ante su aspecto endeble, a que la fuesen a recoger, intacta, a la calle.

2 Comments

  • Adrian August 7, 2013

    Texto interesante, entretenido y con un buen tema

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  • f December 3, 2012

    La relevancia de un clásico es que en cualquier momento se puede inventar algo nuevo a partir de él que fuerza los límites de la situación en ese determinado momento. Por eso un clásico se define como tal retroactivamente, y nombrar algo como clásico ya es todo un proyecto. Quien tiene distancia mental con algo que él mismo reconoce como clásico es sencillamente o un reaccionario reconociendo los peligros de algo que sabe que puede traer cambios, o un vago que no quiere trabajar sobre aquello que sabe que es trabajable, y esto no tiene nada que ver con la utilidad “práctica” del clásico en cuestión. Además, por otra parte, ¿con qué argumentos se sostiene decir que comer y dormir son usos prácticos y que inventar límites nuevos no es un uso práctico?

    Otra variación de esto es osificar un clásico y considerarlo un arquetipo. Esto es una contradicción flagrante (¿no era un clásico?), pero sobre todo es retirarlo del tiempo y de la producción, y por tanto una apropiación reaccionaria.

    No hay límite intrínseco al desarollo de ninguna parte de la situación. El que diga esto tiene que justificar, y con buenos argumentos, por qué en sillas habría límites y en organizaciones políticas, formas artísticas, descubrimientos científicos o maneras de vida no habría límites, teniendo en cuenta que 1) el forzado de un límite es un uso tan práctico como sentarse y que 2) en política o ciencia lo más banalmente material está más que presente.

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