Situada próxima al mar en un área con abundantes muestras de casas de principios del siglo XX, la Casa Arenas toma de éstas una cierta manera premoderna de implantarse en el terreno, recordando la atmósfera de aquellas antiguas viviendas coloniales de los que habÃan conseguido hacer fortuna en América.
El proyecto tiene un punto de partida muy claro: una casa compacta adosada a un muro-escalera con tres de sus fachadas rodeadas por un porche liviano que ensancha los distintos espacios interiores.
El muro divide el solar en dos partes: A un lado, el patio de entrada, enteramente cubierto por una extensa pérgola por la que trepan las hiedras, acoge el garaje y la entrada a la vivienda. Al otro, la casa se despliega en tres de sus fachadas con un porche suficientemente amplio para permitir diversos usos y establecer un espacio intermedio entre el interior y el jardÃn que lo rodea.
El porche está construido con materiales livianos; estructura metálica, techo de plancha, persianas de librillo y tejas esmaltadas de color blanco. Protege y al mismo tiempo ensancha visualmente las zonas de estar, ya que puede abrirse y cerrarse en su totalidad.
El pavimento de la planta baja, en damero blanco y negro, valora la continuidad entre interior y porche exterior, y muestra el orden y el módulo a partir del cual se ordena toda la casa.
Treinta y ocho años después de terminarla, visito esta pequeña vivienda con una cierta incertidumbre sobre los cambios que en ella se habrán realizado. La casa está ahora rodeada por unos grandes pinos que hablan del tiempo que la ancla al jardÃn. El resto, está prácticamente igual que el primer dÃa. Con más muebles, objetos y los recuerdos de toda una vida que en ella se ha sucedido.
Es agradable constatar que el difÃcil y a menudo inestable itinerario temporal de una obra se haya mantenido Ãntegro a lo largo de un espacio de tiempo tan dilatado.
Uno, humildemente, podrÃa reclamar que la suerte y una cierta voluntad de atemporalidad, lógicamente no exenta de enraizamiento a una cultura especÃfica en su planteamiento, pueden en esta ocasión haber dado sus frutos.
O puede que, simplemente, el cariño y el aprecio que la familia Arenas ha tenido por su casa, hayan sido los responsables de que ésta haya permanecido tan bien cuidada durante todo este tiempo.