Luís Martínez Santa-Maria Ciudad Pegaso

El bloque de viviendas aparece torcido para expresar su rechazo hacia las trazas impuestas por una promoción residencial cercana. Este inconformismo de la alineación muestra, por el contrario, su simpatía por una línea oblicua más gentil, impresa también en el sitio, determinada por el perímetro del parque adyacente y por una línea de ferrocarril. La yuxtaposición de este plano oblicuo con las ortogonales necesarias al orden de la construcción y de las habitaciones produce una leve pero importante conmoción en las características del edificio.

Puede comprobarse en las plantas cómo se accede a cada vivienda por un pasaje profundo, una desproporcionada jamba que agranda el valor del umbral de la casa sin apenas consumir superficie útil computable. Mediante ella se llega al centro de la casa, a su corazón, lo que supone un ahorro considerable de superficie.

Este procedimiento de ingreso a cada vivienda adquiere mayor valor en la última planta, en el ático del edificio, donde desaparece el vecino de arriba, desaparece vivir en un piso, y el techo recupera la más querida carga del cielo.

Para la construcción se ha utilizado casi exclusivamente ladrillo. Los ladrillos se han colocado al revés, por la cara mala, donde los cuidados del fabricante por la pureza del color y por el acabado de la superficie, al ser menos rigurosos, han producido, sorprendentemente, piezas de tonalidades y texturas mucho más vivas. Con ladrillo se resuelven también los petos de las galerías de acceso a las viviendas. Se emplea en este caso un aparejo distinto, menos masivo, para expresar que las piezas cerámicas, al soportar ser colocadas así, casi no pesan. Los mismos ladrillos, con sus agujeros expuestos se utilizan para el cerramiento de los tendederos de la última planta. Algunos paramentos verticales se tratan con baldosín catalán, un material afín al ladrillo en color, en tamaño y en su original falta de novedad.