Artchimboldi Anna Truyol, Emma Martí Artchimboldi Menorca
Con más de quince años de experiencia en la ciudad de Barcelona, Artchimboldi ha conseguido cambiar el concepto de espacio colectivo o de empresa, una nueva forma de trabajar de manera más eficiente, en un entorno inspirador que favorece la creatividad y el bienestar. Sus dos espacios en la Ciudad Condal se caracterizan por su calidez y atención al detalle, que mejoran las relaciones y la convivencia. Anna Truyol, la fundadora de Artchimboldi y promotora del proyecto, explica que “tras quince años acogiendo a empresas de todo tipo en los espacios Artchimboldi, he sido testigo de la evolución del mundo empresarial, desde una estructura rígida y jerárquica a sistemas más transversales cuyos responsables son más cercanos y potencian los valores y el espíritu de equipo”.
Ahora Artchimboldi quiere ofrecer un paso más en la creación de espacios colectivos, por eso traslada su concepto a Menorca con un espacio que conjuga el trabajo y la convivencia. Con los mismos valores –funcionalidad, sencillez, belleza y creatividad-, el nuevo espacio menorquín es un retiro para empresas, cerca de la naturaleza, diseñado para convivir en armonía.
Además de los vínculos familiares con la isla, Anna Truyol, la fundadora de Artchimboldi y promotora del proyecto, explica que “Menorca conserva su autenticidad, cuenta con una naturaleza muy próxima y accesible, y aporta un ritmo muy diferente al de la ciudad”.
La cautivadora obra de la arquitecta menorquina, Emma Martí, convenció a Anna Truyol para diseñar juntas este nuevo espacio creativo inspirado en los nuevos valores de empresa y en su experiencia personal como creadora de universos singulares y coach grupal. La elección del edificio también fue crucial: la primera escuela de niñas de Sant Lluís, un pequeño pueblo situado al sudeste de la isla. Se trataba de un edificio catalogado, construido en 1900, pero completamente abandonado.
El objetivo de Anna Truyol y Emma Martí fue el de una intervención mínima, no invasiva, que permitiera conservar la historia, las vivencias y el alma del espacio. En un ejemplo, las paredes de marés, llenas de imperfecciones, se dejaron en su estado original y se pintaron de blanco para conservar la textura del muro. “De este modo continúan teniendo vida”, explican.
Para poder conseguir unos espacios diáfanos, definidos por el carácter de sus materiales y especialmente por sus volúmenes, se eliminaron todos los elementos que no eran propios del edificio original. Esta primera intervención dio como resultado dos espacios diáfanos, distribuidos en dos plantas, muy amplios y luminosos que permiten introducir los elementos esenciales para el nuevo uso. La finalidad de la intervención ha sido la de obtener espacios de trabajo cálidos, acogedores, que inviten a compartir y que incentiven a la creatividad y la apertura de mente.
La planta baja se planteó como espacio de estar y cocina con salida a un patio exterior. El interior cuenta con mobiliario de cocina proyectado a medida en madera lacada y una combinación de mesas de diferentes formatos, diseño de Artchimboldi, que unidas crean una superficie extensa para comidas, reuniones y zonas de trabajo. Una pizarra de 4×4 metros diseñada por las responsables del proyecto y fabricada a medida, es un guiño al pasado del edificio y es un rasgo característico de Artchimboldi, una pieza inesperada que despierta ilusión, participación y creatividad. Una estantería de anticuario da la bienvenida al interior, y una zona de estar con pufs permite crear un acogedor espacio de relajación y lectura. Una vez en el exterior, el patio cuenta con una piscina de obra diseñada por Emma Martí y revestida con microcemento color blanco roto.
Todas las instalaciones están concentradas en la zona de cocina y baños, desde la planta baja hasta la planta cubierta. La aparición de los refuerzos en el techo de la planta baja con vigas Fink fue una decisión tomada durante la obra, una vez se suprimieron los tabiques.
Se han mantenido los techos, resultando espacios de hasta seis metros de altura, de vigas y listones de madera y entrevigado de cuartos de marés. Esta altura se enfatiza con intervenciones de varios objetos: una gran lámpara de techo o el tubo de evacuación de humos de la chimenea que sube hasta cuatro metros. En la planta baja, se optó por un pavimento de hormigón pulido, que no buscaba un acabado perfecto.
La planta superior está proyectada como un espacio de descanso. Al inicio del proyecto se plantearon varias habitaciones con lavabo, pero no dejaba de ser una intervención convencional. Basándose en la filosofía creativa de Artchimboldi, se optó para desarrollar ocho cubos-dormitorio fabricados con pino de Flandes, dos dobles y seis individuales, vestidos con futones de algodón y lana ecológica, sábanas y cortina de lino. Una escalera permite acceder al techo de los cubos, donde también se puede dormir. Un espacio bajo la cama permite guardar maletas, zapatos y objetos personales. Este espacio de almacenamiento, junto con una estantería diseñada por Anna Truyol y fabricada a medida, permite simplificar y flexibilizar los usos del mobiliario. En la planta primera se conservaron los diferentes pavimentos existentes que dibujan las diferentes estancias del edificio original.
La cubierta se rehabilitó por completo, impermeabilizándola, aislándola térmicamente y generando entradas de luz hacia la planta primera.
Por un lado, el proyecto se basa en recuperar y potenciar el carácter original del edificio (manteniendo texturas de cerramientos, pavimentos, techos, agujeros de fachadas, carpinterías… especialmente los vidrios azules de uno de los rosetones); y por la otra, en la de realizar una intervención totalmente diferenciada, utilizando la madera de pino como nueva textura del proyecto.
Artchimboldi Menorca pretende crear un oasis desde el cual los directivos de empresa puedan alejarse del día a día y reconectar con el propósito de la compañía, sus valores y el crecimiento personal de sus empleados. “Diseñando Artchimboldi Menorca he querido trasladar todo lo que he podido observar y testimoniar con mi experiencia acogiendo a todo tipo de empresas en los espacios de Barcelona. El mundo empresarial ha evolucionado mucho, por suerte hacia organizaciones más amables con dirigentes más cercanos que potencian los valores, la cultura empresarial y el espíritu de equipo. En este sentido, Artchimboldi Menorca es también un espacio que ofrece un paso más en esta nueva cultura de empresa aportando belleza, funcionalidad y creatividad en un marco natural y humano tan especial y singular como es el menorquín”, explica Anna Truyol.
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