Ningún contexto es irrelevante para un nuevo edificio. Y a menudo el propio sitio genera condicionantes, afectando el proyecto en casi cada decisión. No es el caso de esta casa.
El sol, la geometría de la parcela (casi cuadrada con un chaflán), un vecino excesivamente cercano a sur, y una torre de viviendas a norte, más propia de un polígono residencial de los sesenta que de este trozo de ciudad jardín donde se ubica el solar. Cuatro inputs mal contados.
Los propietarios (una pareja con dos hijos) querían una casa sin mantenimiento, con mucha privacidad y una buena relación con el jardín -más bien un patio- durante todo el año, un estudio bien puesto, y otros pocos requerimientos habituales. Y ganas de vivir en una casa moderna -sin mayúscula-. Y cierto interés por la arquitectura doméstica japonesa contemporánea.
Con estos condicionantes teníamos claro que la historia había que escribirla casi desde cero o, mejor dicho, desde dentro, con el propio edificio. Había que crear un sitio nuevo.
La parcela era plana, ligeramente por debajo de la rasante de la calle. Sin árboles.
El primer paso fue construir una valla opaca lo más alta posible, de unos dos metros, y situar la casa descentrada hacia el este, colmatando los 120m2 de ocupación máxima y rellenando todos los límites edificables excepto a oeste, por donde entra solo durante todo el año. Allí es donde el jardín perimetral se hace más ancho (7,6m), el resto tiene anchuras variables adecuadas a la normativa (3m a vecinos y entre 5 y 6 a las calles) -la normativa obliga a cosas que no siempre tienen mucho sentido-.
A norte plantamos unos árboles de hoja perenne que, con el tiempo, privarán la vista desde la torre de viviendas vecina.
La nueva casa se estructura en cuatro capas concéntricas paralelas a los límites del solar, como una cebolla. De exterior a interior: la valla de obra, el patio perimetral y una galería corrida que rodea el cuerpo central, una caja de obra vista de bloque de hormigón de dos plantas.
En fases iniciales del proyecto, cuando la casa era más grande, la galería perimetral era un espacio intermedio, bioclimatizado, con usos complementarios, y todas las piezas principales se alojaban en el núcleo de la vivienda. Posteriormente, por adecuación presupuestaria, se redujo la superficie y en el cuerpo central sólo quedaron las habitaciones, los baños y la escalera. Las zonas comunes pasaron a la galería.
En la galería pasa casi todo. Es una veranda, con ciertas resonancias a la casa de Orinda de Charles Moore, que propone relaciones intensas y variables (estacionalmente) con el patio; en verano, mediante los grandes paramentos correderos se convierte en un porche; en invierno, grandes ventanales en las esquinas ofrecen vistas enmarcadas al jardín y captan radiación solar a poniente. Contrariamente a lo habitual, en esta casa los cristales son fijos y los portones móviles son opacos, una condición que transforma la fachada y la galería constantemente, en función de qué está abierto y qué cerrado.
Como en la capilla de Santa María dos Anjos de Lina Bo Bardi, la veranda, de cubierta inclinada, se construye con sistemas ligeros y en seco: estructura de madera (pilares, vigas y techo) y cerramientos de vidrio, aluminio, madera y chapa galvanizada ondulada. En contraposición con la ligereza de la galería el núcleo central es masivo y compacto, con más inercia térmica. Los muros de bloque y los forjados se dejan vistos en la galería y se pintan de blanco en las habitaciones.
En invierno, la veranda abriga y calienta todo el cuerpo central (baños y habitación), que no tiene sistema de climatización propio (en planta baja); el pavimento de hormigón, con mucha inercia, aparte de recibir puntualmente la radiación solar directa, se calienta vía suelo radiante, al igual que las habitaciones del primer piso; la generación es por bomba de calor aerotérmica.
En verano, cuando las correderas están cerradas, las ventanas se protegen del sol con el vuelo de la cubierta y con unas cortinas reflectantes exteriores. A su vez, la inclinación del techo favorece, por estratificación, un sistema de ventilación pasivo que evacúa el aire caliente mediante cuatro conductos ocultos en las fachadas qué funcionan cómo pequeñas chimeneas solares, favoreciendo la renovación natural y facilitando el refrescamiento de la veranda.
Diez años más tarde de la primera reunión con los clientes, y con una larga e intensa historia entremedio, se completó la casa 905. El largo tiempo fue otra herramienta determinante en el proceso del proyecto.
La arquitectura, a veces, saca partido de (su) lentitud.
6 Comments
Es una casa tan bien armada en su lógica que uno se divierte buscando donde puede estar el error. (Me pasa también con Pezo Von E.). Todavía no encuentro donde está el refrigerador… tal vez es ese cuadradito en la planta, ubicado en el medio del espacio entre el estar y la cocina, flotando…muy bien escondido en las fotos.
https://hicarquitectura.com/2018/09/jaume-bach-gabriel-mora-casa-arenas-1979/
Tienen que querer mucho a sus dos hijos para vivir en una casa donde todo espacio común está abierto y el dormitorio no tiene abertura propia al exterior.
En mi opinión la casa oscila entre unos Lacaton Vassal y los japoneses de moda, sin conseguir lo mejor de ninguno de los dos…
Y vos que haces bro?
Espectacular proyecto, muy a la manera japonesa de concebir espacios. Desde que os sigo a HARQUITECTES , No deja de sorprenderme vuestro buen hacer. Enhorabuena !!!
Cuando la arquitectura se piensa para las personas se diseñan baños accesibles