Carlota de Haan + Carla López Tres Turons

El parque de los Tres Turons se alza al noroeste del tejido urbano de la ciudad de Barcelona. El punto de encuentro entre el Turó de la Rovira, una de estas tres colinas, con la trama urbana del barrio de Guinardó da emplazamiento al proyecto.
En este límite entre la ciudad y el espacio verde se implantan cuatro edificios de distintas alturas con la voluntad de generar un diálogo entre las existentes tipologías edificatorias que les rodean. El primer volumen se une a la medianera existente de los edificios alineados a vial, proporcionando su final, y los tres restantes se disgregan en consonancia con las edificaciones aisladas de mayor densidad del lado opuesto.
Su disposición en el espacio genera delante de éstos una gran plaza que preside el conjunto y el despliegue en forma de abanico de los edificios proporciona espacios de diálogo más reservados entre ellos que, a su vez, enmarcan el paisaje montaña-ciudad.
Todos los edificios propuestos se encuentran encastados en la montaña y albergan dos niveles de acceso a pie de calle. Esta diferencia de cota originada se aprovecha también para la ubicación del parquin en el nivel inferior, que comunica por detrás el conjunto de los edificios.
La relación del espacio público y las plantas bajas de los edificios, enfatizada por diferentes porches, generan en la plaza la puerta de acceso al parque.
La imagen de los edificios pretende ser coherente con su entorno y a la vez dar respuesta a la identidad del lugar donde se sitúa. El uso predominante en el proyecto es la cerámica, material local que los integra en el contexto.
La estructura formada por cinco muros de carga equidistantes conforma el edificio generando cuatro franjas espaciales entre ellos permitiendo la organización de los diversos espacios basados en la polivalencia de usos y posibles formas de transformación de los espacios en el tiempo.
Cada vivienda se dispone en dos de estas franjas, una central y otra externa. La central está formada por la sucesión continua de diferentes estancias desde las cuales va dando acceso, mediante la perforación de los muros de carga, a las dependencias dispuestas en la externa.
Los espacios comunes de acceso y distribución a las viviendas en cada una de sus plantas atraviesan transversalmente los edificios generando diferentes dibujos. El juego y la alternancia de éstos se reflejan en fachada y actúan como espacios susceptibles a la variedad de uso y apropiación de sus usuarios.
Cabe destacar la geometría de todos los espacios, cuyos cerramientos arriostran los muros de carga principal, y la fiel modulación del elemento cerámico utilizado en toda su composición.
El edificio más alto alberga en su cubierta una piscina desbordante con vistas privilegiadas a la ciudad. Desde esta lámina de agua, pueden verse los huertos urbanos del resto de cubiertas que, alternándose con piezas cerámicas se integran con el paisaje aéreo característico de Barcelona.