A finales de los años 60 Emili Donato, junto con Uwe Geest, proyectaron la discoteca Silvi s en Gavà. En un ambiente de cierto aperturismo y donde se empezaba a respirar algún brizna de optimismo, se erigió esta construcción con reminiscencia de zigurat o pirámide, con aspecto de gran cubierta nórdica de zinc depositada, sencillamente, sobre el terreno.
Esta apariencia esencial, que se dibuja como ensayo geométrico y material, tiene en el interior una piel absolutamente disociada, formada por bóvedas catalanas de pieza cerámica, que buscan el recogimiento, la intimidad, la confidencialidad al oído, el beso despistado.
Entre estas dos pieles, se prevé el paso de instalaciones necesarias de ventilación, iluminación y acondicionamiento. Una estrategia de contraste formal que, en su falta de coincidencia dada la generosidad volumétrica, permite que circulen todos los conductos,
En algún momento, alguien se cansó del Silvi s. Posiblemente, en un goteo imperceptible, la generación que lo vivió el comenzó a abandonar, buscando otras emociones o sencillamente prescindiendo. Las aventuras y desventuras de este espacio creado desde un imaginario formal destacable, con soluciones ingeniosas, han convertido la discoteca en una ruina.
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En el año 2001 (no puedo decir durante cuantos años más) fue la famosa discoteca de música máquina La Nau.
Después cambió de nombre y cerró.
Me dió una gran impresión pasar por delante con el coche, ver su ruina y transportarme a una adolescencia olvidada.
Ahí dentro, su magia era significativa. La penumbra se esmaltaba en los techos sinuosos de ladrillo.
Es una lastima que tan bellas construcciones se abandonen de tal forma.