Grupo de 50 viviendas (de 100 y 150 m2) organizados en dos edificios, articulados por el cuerpo de escalera y ascensores, que se abren a un jardín interior, compartido a su vez por otro edificio de la calle Vives i Tutó.
Uno de los dos edificios se organiza a lo largo de un pasaje acristalado con doble galería de acceso a las viviendas. El otro, con fachada a la calle Eduard Conde, es una sucesión lineal de apartamentos que en contacto con la medianera S se desdobla en dos para mantener la continuidad con el edificio vecino. El acceso lo dan unas galerías abiertas al jardín.
El barrio en que está situado este conjunto tiene calles muy angostas que no logran definir espacios utilizables. Por ello la introducción de espacios como el pasaje acristalado, el jardín o el mismo paso de entrada desde la calle al interior del recinto, da al conjunto edificado una cierta participación a la calidad urbana del entorno.
Las viviendas son en general de dos plantas, subdivididas cada una de ellas en dos planos a distinto nivel, con lo cual la circulación vertical se hace en tramos de escalera de muy poca longitud, creando una cierta continuidad casi horizontal. Las viviendas más altas aumentan con una tercera planta, subdividida a su vez entre una estancia cubierta y una terraza al aire libre.
Debido a esta organización de superposiciones los accesos se reducen a tres planos, desplazados media planta, los de la calle Eduard Conde respecto a los de la calle Caponata, para adaptación a la pendiente de la calle.
Debajo del cuerpo de edificio más profundo se sitúa el garaje al cual se entra a través de un sector del jardín interior.
Las viviendas, compensan la incomodidad que puede suponer su subdivisión vertical en diversos planos y niveles por la riqueza de comunicación y de dimensión que supone la secuencia espacial obtenida.
El esquema de la agrupación de las viviendas a través de la articulación de dos edificios por la caja de escalera, que es en principio un esquema claro, resulta quizás confuso y poco evidente por algunos de los condicionantes que el propio proyecto se ha impuesto: ofrecer tanto en el jardín interior como en las calles, una continuidad con los planos de las fachadas de las casas contiguas; obtener en el interior un jardín subdividido en una zona de reposo y otra de acceso común a las viviendas y al garaje; y obtener el acceso a cada vivienda desde una galería abierta al exterior, como si se tratara de una suma de viviendas en contacto directo con una calle tranquila.
Con el sistema de agrupación escogido y a pesar de las limitaciones señaladas, el edificio consigue recuperar para la ciudad y para los habitantes del grupo, dentro de una zona de casco antiguo, unos espacios libres ajardinados muy poco usuales en estas zonas; la eliminación de todos los patios de ventilación convencionales; el contacto directo de cada vivienda con el exterior; y la simultaneidad de la privacidad de cada vivienda con el uso común de los espacios libres del conjunto.
La textura del edificio es de muro plano con huecos siempre de ladrillo visto, incluso en los espacios comunes interiores como la caja de escaleras y las galerías de acceso. Sobre los lienzos lisos de los muros sólo aparecen sobrepuestas las estructuras ligeras de las persianas de las estancias. Este uso constante del ladrillo, que huye de exteriorizar expresiones constructivas, da al conjunto sosiego y equilibrio, a pesar de su complejidad.
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