El proyecto del WALDEN 7 fue concebido como una aplicación arquitectónica y constructiva de las ideas del 68. La revolución de las libertades individuales, las distintas formas posible de convivencia entre las personas, donde sólo una de las cuales era la familia tradicional o pequeño burguesa, fueron los condicionantes sociológicos del pensamiento arquitectónico que inspiró el proyecto de este edificio.
Durante esta época, la arquitectura internacional producía estragos y monstruos en nuestro país. En la periferia de Barcelona se construían barrios enteros formados por torres y bloques de inspiración nórdica, a la manera de cementerios vivos. En aquel momento, mi obsesión estética se centraba en encontrar una arquitectura alternativa a la convencional, y mi fuente de inspiración principal era la llamada “arquitectura sin arquitecto” o, dicho de otro modo, la arquitectura vernácula que se había realizado en los pueblos del Mediterráneo.
El imperativo económico consistía en romper la desorbitada subida de precios de venta de la vivienda que la hacía inaccesible a la mayoría de la población, y por lo tanto llegar a construir viviendas sociales a bajo coste y de mejor calidad que la realizada en las “ciudades satélites” durante el llamado “boom” de los 60’s.
El resultado de este conjunto de parámetros fue el proyecto de WALDEN 7, concebido como un gran monumento en el suburbio barcelonés, como una mezcla de la monumentalidad y del azar compositivo. Doméstico y punto de referencia en el paisaje urbano caótico y desordenado, WALDEN 7 está proyectado para crear espacios comunitarios interiores al mismo tiempo que un universo estético distinto y una variedad múltiple de tipologías habitables que produzcan como resultado la mayor flexibilidad posible en un edificio destinado a la vivienda social.
La “intelligentsia” progresista adoptó el proyecto y formó parte de la comunidad de artistas, intelectuales, profesionales amantes de la libertad, mezclándose con una población de origen urbano, inmigrantes que querían trabajar en la periferia de Barcelona.
La vida del edificio fue activa, interesante y conflictiva, ya que una comunidad de 1000 personas con tantas diferencias sociales y económicas en su interior manifestó la riqueza de la discusión y de la protesta. El edificio tuvo las cualidades y los errores del 68, tal como habíamos previsto en los poemas escritos en el sótano-parking del mismo edificio.
Unos años más tarde, una enfermedad de piel, un virus constructivo pernicioso atacó las fachadas y se levantaron polémicas sobre la calidad del proyecto, confundiendo como es habitual proyecto y construcción, llegando a producirse un informe redactado por el entonces decano del Colegio de Arquitectos proponiendo la declaración de ruina del edificio; dicho de otro modo, significaba la destrucción del mismo.
Veinte años más tarde, las polémicas se han calmado y el tiempo se ha ocupado de corregir los errores de la utopía, así como de devolver el edificio a su orden natural. La cirugía estética arquitectónica practicada ha vencido la enfermedad de la piel del edifico y, actualmente WALDEN 7 recupera su identidad inicial. La comunidad también se ha normalizado y el edificio recupera su significado original.
Después de una historia polémica, de sentimientos contradictorios y apasionados sobre esta obra, WALDEN 7 se erige en Sant Just como un edificio singular, único, irrepetible. Puedo afirmar que nadie nunca podrá fabricar otro ejemplo donde el individuo esté exaltado como “centro” de una arquitectura pública de viviendas. Sus habitantes están orgullosos de sus espacios, y los niños que han nacido entre sus muros tienen, seguramente, una visión estética del mundo distinta a la de sus conciudadanos.
WALDEN 7 ha sido publicado en la mayoría de las revistas de arquitectura, ha dado la vuelta al mundo por exposiciones, galerías y museos. El Museo de Arte Moderno de Nueva York lo consideró en una retrospectiva que rehizo hace diez años como el inicio de lo que otros han llamado la “etapa clásica de Ricardo Bofill”. Todos estos comentarios y pasiones pertenecen a la historia, pero lo que si puedo afirmar hoy es que yo vivo y trabajo en la “Fábrica” junto al WALDEN 7, que forma parte de mi paisaje, de mi propio universo, y que a pesar de los inconvenientes pasajeros, es una placer y un honor haber convivido junto a este “hijo” arquitectónico y a la comunicad que lo defiende a capa y espada.
WALDEN 7 es una prolongación de mi mismo, de la lucha constante para mejorar la “ciudad imposible”, la vida de sus habitantes y para que Barcelona continúe estando en la vanguardia de los movimientos estéticos y sociales en esa Europa aburrida y ciertamente poco imaginativa.
Mi apoyo a este edificio, a su arquitectura, es total y a pesar del cambio realizado en mi modo de expresión, en el lenguaje, en la escritura de los edificios y ciudades que realizo actualmente, WALDEN 7 tiene los gérmenes del pensamiento que he escrito, proyectado y realizado posteriormente.
2 Comments
Hola, curiosamente no soy capaz de encontrar fotos del diseño de los interiores original. Sabéis dónde lo puedo encontrar? Gracias!