Hic et Nunc
Fabrizio Barozzi: Inmediatamente… me suscita confusión. Confusión en la exploración contemporánea de la realidad. Nos movemos en un ambiente de máxima fragmentación y caos. Vivimos en un contexto donde las praxis y exploraciones llevadas a cabo son tremendamente dispares. Esto provoca que se tenga la sensación de estar navegando en mar abierto donde es muy difícil encontrar un rumbo claro.
Alberto Veiga: Creo que Hic et Nunc podría ser un buen leitmotiv para la manera de trabajar de nuestro despacho. Comenzamos con unos objetivos marcados por el tiempo para la reflexión y el pensamiento, y qué duda cabe que acabamos idealizando esta visión. Al final te das cuenta que la realidad te demanda ser muy consciente del aquí y ahora, para poder tomar decisiones rápidas y concretas, y tener una posición clara respecto a lo que te enfrentas. Creo que a ello ha ayudado el hecho de no saber muy bien donde vamos a trabajar y haber buscado encargos en lugares que nunca se nos hubiesen pasado por la cabeza.
Y pese a esa incertidumbre, en vuestro caso parece que habéis procurado mantener un rumbo claro y continuo…
FB: Claro, claro. Creo que es interesante en qué momento nos encontramos ahora. Con el paso de los años hemos procurado construir un trayecto. Un trayecto con nieblas al principio que poco a poco se han ido disipando. En este recorrido, sin embargo, siempre hemos tenido la voluntad de entender la arquitectura desde la ciudad, desde el espacio público. Con los años, creemos haber ido depurándolo, haciendo de él algo sustancial y mucho más reflexivo. Nos interesa entender que la arquitectura se arraiga en un lugar y que sirve de cornisa para el espacio público que la circunda.
AV: A día de hoy, para nosotros lo que comenta Fabrizio es una certeza. Y lo es, porque con el paso de los años ha ido asentándose y tomando mayor relevancia, convirtiéndose en la manera de comenzar un proyecto.
FB: El otro tema que podríamos llamar “estrella” es la búsqueda constante de equilibrio. Equilibrio entre la especificidad de un lugar y la autonomía formal y lingüística del propio objeto arquitectónico. Creo con el paso de los años también ha evolucionado esta concepción. En un principio nos planteamos ser mucho más “ambientalistas”, subyugar en cierta manera el proyecto al contexto. Poco a poco esto ha ido cambiando, probablemente por nuestra propia madurez, convirtiendo los últimos proyectos en algo mucho más autónomo, sin dejar por ello de acercarnos lo más posible al contexto. Ese es el momento que nos gusta. Una arquitectura que entiende y refleja el lugar donde se asienta, y a su vez una arquitectura que se entiende por sí misma.
AV: De nuevo el hecho de trabajar fuera de nuestro contexto cultural nos ha impulsado a tener estas convicciones, esto te permite despojarte de los prejuicios y proponer algo que por sí mismo sea autónomo y válido. Así como el respeto y potenciación del espacio público es para nosotros una convicción, este segundo punto se ha convertido en algo parecido a una aspiración.
Esta visión, al fin y al cabo, entiende lo urbano como algo cultural, como algo que va más allá de lo tangible. Se puede decir que buscáis lo fenomenológico del lugar, extrapolándolo a una concepción muy neutra, casi universal.
AV: No estoy seguro de si es así como dices. Sin embargo lo que sí puedo decir es que en ese proceso de depuración, en la búsqueda de los aspectos esenciales de un contexto, poco a poco hemos llegado a un punto de compromiso. Nuestra profesión requiere de un alto grado de compromiso. Así, lo que intentamos es condensar en dos o tres puntos todo ese esfuerzo. De eso estoy seguro. Intentamos hacer arquitectura comprometida, y para ello intentamos no querer abarcar demasiado, ya que ello puede diluir nuestro esfuerzo y el consiguiente resultado.
FB: También nos gusta el valor de lo insospechado. Visitar un lugar, analizarlo, y hacer brotar de él algo que nadie o muy pocos habían visto antes. Descubrir este tipo de cosas y darles forma es uno de los momentos más gratificantes de nuestra profesión. Ver nacer algo desde la concepción de un lugar, que a su vez aporta y muestra algo antes desconocido, o para nada tangible en el mismo. Y todo ello nace, sin duda, del estudio de lo urbano.
AV: Nosotros tenemos una ventaja en este aspecto. Concursamos en lugares que no conocemos. Por tanto, nuestra mirada al lugar es un tanto naíf, algo inocente. Y nos permite descubrir cosas. Quizás si miramos Barcelona, hay cosas que se nos escapan por el vicio que supone lo habitual o rutinario.
En esta línea creo que no sería descabellado enclavar vuestros últimos proyectos en Suiza o el norte de Italia. Los proyectos de Lausanne y Chur mucho más autónomos, y el de Brunico como un ejemplo de arquitectura que da un paso atrás y cede la autonomía de la intervención al vacío. Diferentes, pero con un hilo conductor muy parecido.
FB: Sin duda. De hecho los tres parten de una misma reflexión sobre el espacio público. En Lausanne el tema de discusión se centró en la estrategia. Cómo podía ser que en dos meses no tuviésemos ninguna línea de concurso de nos satisficiese. Tuvimos que plantearnos si aquello existente merecía tanta importancia. Vimos que el proyecto se encaminaba más a la escala urbana del lugar, no a aquello objetual. Lo que era verdaderamente importante era dar forma a ese gran vacío urbano, a la cornisa de ese foro que los tres museos estaban creando. Después de esta operación el proyecto nace de manera sencilla y natural. Aquello que los grandes volúmenes, pesados y de carácter industrial, esconden se distribuye con la máxima simplicidad, precisión y rigurosidad posibles.
En Chur el razonamiento es el mismo. Lo que nos pedían hacer en aquella pequeña parcela era excesivo. La reacción fue la misma que el Lausanne. Saltarnos la regla y proponer algo que a nivel urbano permita otorgar la máxima importancia al espacio libre que rodea el edificio. Dar la máxima importancia a un jardín que se convertirá en el elemento de unión entre ambas partes. A partir de ahí, las decisiones se fueron sucediendo. La primera fue la inversión del programa. Oficinas y parte pública en el volumen superior y el espacio museístico en el inferior. Aunque la estrategia sea más difícil de descubrir que en Lausanne, la idea es exactamente la misma. A partir de ahí sí que el objeto de discusión se traslada a la relación que se establece entre la preexistencia y la nueva forma arquitectónica que se propone. El edificio se puede decir que es algo palladiano. Se extrapola la estructura neo-palladiana del museo existente, reduciéndola a dos núcleos y simplificando su globalidad. Después la reflexión se traslada a la ornamentación de esa fachada, en consonancia con la ornamentación de la fachada del edificio histórico.
En Brunico la reflexión es la misma. La mirada al lugar nos dio la clave para actuar en el mismo. Brunico tiene un casco antiguo muy singular, definido por las villas nobiliarias ligadas a los jardines que las circundan. Ahí fue cuando nos dimos cuanto que el proyecto debía completar dicha situación. Renunciamos a hacer un edificio para poder construir un jardín, donde la preexistencia pasaba a ser la figura protagonista. El proyecto en este caso cede la autonomía a dicha preexistencia y se encarga de generar un vacío, en este caso el jardín.
Los tres proyectos parten de un substrato común, pero según la especificidad del lugar se declinan hacia un lado u otro.
AV: Creo que lo interesante es partir de la nada en cada caso y descubrir aquello común que nos conduce hacia una determinada manera de hacer. Es probable que en los primeros proyectos no lo tuviésemos tan claro pero poco a poco creo que estas ideas se han ido asentando.
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