Una mujer se independiza de sus hijos llevándose únicamente consigo un mueble: el sofá LC2 de Le Corbusier. Debido a las pequeñas dimensiones del entresuelo se plantea una reforma que permita disfrutar de la máxima amplitud incorporando un programa de vivienda mínimo.
El sofá de Le Corbusier se toma como punto de partida para definir el interiorismo. Basándonos en su estructura se diseñan tres muebles que articulan el espacio: cocina, armario y fachada, dispuestos en “H” para organizar un espacio continuo y fluido, sin pasillos ni puertas.
La fachada, que toma el grueso suficiente para contener el baño y el lavadero, convierte el conjunto en un mueble calado que enmarca la relación del living con la terraza. Un apeo permite todo esto y hace posible incorporar el exterior dentro de la vivienda.
Un lenguaje para dar unidad y carácter a la intervención. Se descubren y muestran los materiales que ya existían pero que permanecían ocultos tras enyesados y falsos techos.
El amueblamiento como parte esencial de la reforma. La elección del mobiliario forma parte del proyecto desde un inicio. El interiorismo sigue las mismas pautas de diseño y se construye desde la misma idea; hacer evidente el esqueleto que envuelve y modula el contenido.
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Sencillo, funcional, actual y con un toque urbanita que convence. Un apartamento que ha convertido sus particularidades en objetos de deseo, sus materiales en motivo de culto y su decoración en un elemento personal.
Elegante, sobrio, acogedor, detallista… la mano de Marcos