El proyecto se concibe con la clara vocación de ser un activador del entorno urbano, y para ello proyecta un museo integrador que se abre a la ciudad y que se incorpora al espacio público, creando continuidad física en la planta baja y visual en las plantas en altura, a través de grandes ventanas urbanas.
El museo pretende, a través de su estrategia urbana, recuperar el valor del espacio público como lugar de encuentro a nivel de calle y responder de manera armónica a la encrucijada urbana en la que se implantará. Para ello, el edificio se retrasa respecto a la calle unos metros para generar una plaza urbana, un gran vestíbulo público que funciona como extensión del museo. El acceso al centro se realiza a través de un límite difuso, un bosque de muroscolumnas que introducen la plaza en el interior del recinto.
El programa público, cafetería, tienda, etc. se ubica en planta baja en la que no hay controles de acceso, y es a partir de la planta mezzanine donde se inicia el recorrido interactivo por las zonas de exposición que se ubican en las plantas superiores. Por otra parte, en la mezzanine se localizan las salas multiusos y el vestíbulo de acceso al IMAX-teatro. En los distintos niveles del museo se sitúan las diversas zonas programáticas, todas ellas con un espacio exterior de características específicas a modo de terrazas lúdicas, huertos, etc.
Toda la planta del edificio se organiza en franjas de 10 m de ancho que responden al ritmo estructural del módulo constructivo formado por muros-mampara en hormigón visto, unidos por una cubierta-viga en “V”. Muros que forman el bosque abstracto del museo y que están diseñados con un cuidadoso trabajo de textura, que retoma la idea de los troncos del árbol del Tule, cuya base es mucho más rugosa y conforme crece se va ramificando y disminuyendo. La agrupación de módulos mediante una estrategia de desplazamientos horizontales y verticales genera el volumen del nuevo museo.