El meandro de Aranzadi, como tantos otros meandros, son el producto de la doble acción de las aguas y la progresiva ocupación humana a lo largo de los siglos a través de la agricultura. Durante miles de años, las dinámicas del rio han ido creando suelos ricos, vegetación y ecosistemas naturales que el hombre ha aprovechado. La intensificación de la explotación agrícola ha dado pie a relaciones simbióticas unas veces, y relaciones conflictivas otras. La naturaleza variable de los volúmenes de agua y de los trazados de los cauces son el origen de la fertilidad y la complejidad ecológica de los espacios de ribera. Sin embargo, la variabilidad, el carácter incontrolable de las dinámicas fluviales y, en concreto, de la las inundaciones, han sido percibidos también como amenaza. La presión humana sobre el territorio, la necesidad de ocupar espacio y producir, de asegurar bienes y vidas, ha exacerbado la exigencia de estabilidad y seguridad. Presas y diques han modificado la morfología de la mayoría de los ríos. La palabra es “defensas”, ¿contra qué? ¿o no son los ríos y la presencia del agua la razón fundamental para casi cada uno de nuestros asentamientos humanos?. Esta relación conflictiva entre dependencia y defensa se produce desde hace milenios en los entornos urbanos y agrícolas. La contradicción entre fertilidad y seguridad, deposito y defensa, estacionalidad de la cosecha e impredecibilidad de la crecida, genera múltiples situaciones físicas en los entornos fluviales.
En el meandro de Aranzadi la inteligencia “soft”, centenaria, de filtrar las avenidas y sus sólidos arrastrados (piedras, troncos, basuras…) a través de los setos que dividen las parcelas se combina con la urgencia “hard” de la defensa radical de los diques que tratan de negar las dinámicas fluviales y la fertilidad de los depósitos de limos regalados por el rio. A lo largo de siglos, incluso la topografía ha ido cambiando y la playa fluvial ha visto remontada su cota hasta acabar siendo un punto alto en el meandro, encajonando un cauce convertido en canal. Un canal que la energía del rio ahonda más y más en un progresivo enclavamiento.
En estas circunstancias, el Parque de Aranzadi mantiene buena parte de la huerta secular que lo ha humanizado, patrimonio físico y cultural de Pamplona, y a la vez genera espacios para el rio y sus dinámicas, y para el ciudadano, que accede a este patrimonio oculto de la ciudad.
La topografía encontrada en el meandro permitió adivinar un rio interior que el proyecto formaliza y da coherencia, incorporando las dinámicas fluviales al espacio público. A esta banda paralela al rio, a cota más baja que la orilla, se le da conexión aguas arriba y aguas abajo, creando un segundo cauce temporal. Así, este espacio, el Bosque de Crecida, incorpora las dinámicas naturales del rio en lo que se convierte en un espacio público urbano. Tras la Recuperación de las Riberas del Rio Gallego en Zuera y el Parque del Agua en Zaragoza, el Parque de Aranzadi da un paso fundamental en el proceso de convertir la inundación en parte del espacio público urbano. El territorio del rio es un territorio compartido, 350 días para el ciudadano (por tanto asumido como uno de los espacios de la ciudad), 15 días para el rio (suficientes para generar una ecología singular), y 365 días al año para la vegetación y las aguas de escorrentía.
un parque privilegiado
Un lugar insólito, un magnífico meandro entre el casco antiguo de Pamplona y los barrios de Rochapea y Chantrea con un paisaje de huertas y una vegetación de hermosos ejemplares ya asentados, en un clima idóneo para que se desarrolle un espléndido parque para la ciudadanía.
Reequilibrar la posición de fuerza con la que el hombre se ha relacionado con el medio natural buscando un equilibrio y un pacto es el fin último de este proyecto.
un parque público medioambiental
Un emplazamiento singular y delicado por los distintos requerimientos a los que ha de atender.
Se recupera el dinamismo de un meandro natural, en cuanto a su papel medioambiental con el corredor fluvial lo que supone trabajar la vegetación, la fauna y la hidráulica. Busca un equilibrio entre las necesidades de espacio libre de alta calidad para la ciudadanía, la dinámica fluvial, la explotación hortícola de variedades locales recuperadas con cultivo orgánico y su papel medioambiental del parque en el corredor del Arga.
un paisaje fluvial
Partiendo del análisis minucioso de las lógicas hidráulicas preexistentes del meandro de Aranzadi, se plantea que el Parque colabore con la funcionalidad del río Arga cuando éste aumenta su caudal de agua, disminuyendo ligeramente la frecuencia de inundación de las huertas y a la vez o simultáneamente generando un paisaje fluvial dentro del parque, un paisaje natural sujeto a las dinámicas estacionales del agua de inundación. El agua en el parque es paisaje.
Un nuevo paisaje a partir de su historia. Partiendo de la certeza de que el paisaje ya existe, subyace en su comportamiento y en su historia. Se propone una estrategia de puesta en valor de las potencialidades y las trazas del lugar. El territorio tiene en su configuración y su comportamiento un pasado que es la base de su futuro.
materia de memoria y de futuro