Suárez Santas Arquitectos Intervención en una fachada, Bilbao

Por Carlos Garmendia Fernández
Fotografía: Luis Asín Lapique

Si bien la arquitectura que consigue reducir costes mediante un trabajo intelectual previo no es exclusivo de esta época de precariedad profesional que vivimos, sería irreal negar que “gracias” a esta situación estos malabarismos han pasado a un primer plano, colocando quizás a proyectos basados en esta adaptación al medio social y económico en un lugar que ya antes merecían.

Muchas veces se relaciona esta arquitectura de bajo presupuesto (y más aun en el mundo de la rehabilitación) con el hecho de mantener lo existente en la medida de lo posible y actuar lo mínimo imprescindible para adecuar ese espacio a su nuevo uso, sin embargo este proyecto demuestra que ésta, aunque igualmente válida, no es la única vía y, dando una vuelta de tuerca a lo que habría sido una actuación más usual, los arquitectos han conseguido solucionar este proyecto de una manera tan sutil como barata.

El estudio de arquitectura bilbaíno Suárez Santas se encontró con el encargo de reformar la fachada de un edificio industrial entre medianeras que se encontraba abandonado y el cual se iba a reconvertir en dotación pública destinada a jóvenes del barrio donde se encuentra ubicado.

Como indicación lógica por parte de la administración se demandó que la actuación supusiera un cambio de imagen para el edificio, dejando visible su regeneración y la singularidad de su función dentro de una zona de carácter mayoritariamente residencial.

Con el fin de conseguir este objetivo se planteó cubrir la fachada con una piel uniforme que originara un plano de mayor escala y eliminar los antepechos existentes para aumentar la superficie acristalada y aprovechar así el máximo de luz natural posible. Hasta aquí la actuación no se aleja de otros ejemplos de fachadas más habituales tanto en rehabilitación como en obra nueva. Ese malabarismo de medios antes comentado comienza a la hora de definir la materialización de esa piel uniforme pero permeable; mientras otras veces (con igual grado de éxito formal) este objetivo de uniformidad y escala se consiguen mediante un sistema de lamas, sea cual sea su composición, o mediante elementos perforados, Asier Santas y Luis Suárez, buscando ajustarse al escaso presupuesto disponible, decidieron crear ese plano usando un elemento constructivo pensado para un fin en principio bastante alejado: una bandeja portacables de acero galvanizado.

Obviamente, el uso de este sistema supone un coste mucho menor al ser un elemento mecanizado y los posibles problemas que se podrían llegar a derivar de su manipulación quedan subsanados al medir las bandejas 3 metros de longitud, justo la medida existente entre los forjados del edificio, evitando así tener que realizar cualquier tipo de corte en las piezas para adpatarlas lo cual, además de suponer un incremento en su coste, provocaría futuras patologías por motivos ambientales.

Una vez aceptada la elección del material, el resto de la composición viene dada por motivos funcionales; un antepecho superior creado por las propias bandejas a fin de no cortar las mismas por las razones ya mencionadas, la creación en el lado oeste de una terraza interior liberada de esa piel por motivos de accesibilidad contra incendios, una planta baja diseñada según necesidades programáticas y una ligera adecuación lumínica para enmarcar la visión nocturna desde el exterior.

En resumen, una intervención mínima para dotar al edificio de una imagen acorde con su nueva vida y que, gracias a un esfuerzo por conseguir un resultado que, de otra manera, habría sido inviable económicamente, acomete una solución práctica y estética que nos sirve como ejemplo de que, muchas veces, existe un camino alternativo a lo estipulado para adaptarse a los condicionantes y responder a las demandas de un cliente que, generalmente y con todo su derecho, intenta conseguir más con menos.