Fondo con ventanas
En la plaza Folch i Torres se ha construido un grupo de viviendas que forma el nuevo fondo de la plaza. Desde hacía mucho tiempo, tenía aire inacabado precisamente por las edificaciones que ocupaban este lado, el más visible, ya que la perspectiva lo favorecía. El paso del tiempo ha hecho que el fondo pareciese esperar un destino mejor, piensen por un momento si no en el insituto Milà i Fontanals y la fachada simétrica a los dos lados de la tribuna ptincipal, la marquesina y los laterales ligeramente desplomados hacia delante, habría proporcionado el fondo de la plaza un aire oficial excesivo. En cambio, en un lateral, el efecto impositivo queda corregido.
El nuevo edificio tiene más mérito si tenemos en cuenta que ha interpretado lo que le rodea, ya que ha convertido el volumen en un material sensible para los vecinos y algunas de las decisiones tomadas al respeto son la expresión de una intuición urbana remarcable. La formación de una esquina reculada donde se encuentran las calles Lleialtat y Carretes es otro. Otra de estas acomodaciones de volumen al espacio que ocupa es todo lo largo de la calle Lleialtat, donde el edificio que nos ocupa retira la fachada a partir del primer piso, dando lugar a una distancia más cómoda entre las ventanas de los vecinos de la calle, dejando entrar más luz y anticipando la visión de la plaza cuando avanzamos en esa dirección.
© Adrià GoulaLa manipulación del volumen más interesante y decisiva es la que tiene lugar en su fachada de la plaza del lado del Instituto, sobre la calle de la Reina Amàlia. El volumen general se trabaja para dar lugar a una entrada alineada con la fachada del Instituto, y de esta forma deja aparentemente exento el volumen principal que se encara a la plaza con su fachada blanca y regular. Este recurso se hace evidente cuando nos damos cuenta que el edificio continua por la calle de la Reina Amàlia acoplándose a las fachada de las viejas casas. De hecho, aquí hay el punto más destacable ya que parece que el edificio haya encontrado más útil partirse para formar una esquina que no a prolongar su fachada a lo largo de la calle. El resultado és una especie de esquina de colaboración entre el edificio, el apéndice del edificio y la arista del Instituto. A estas operaciones sobre el volumen que lo matizan escalonadamente, se agrega la presencia de un cuerpo de cuatro plantas más alto que sobresale detrás de la fachada principal. Un cuerpo que mejoraría si la altura del último antepecho fuera menor y las pulseras laterales iguales, para huir del aspecto que lo asimila a la retórica moderna. Este cuerpo otorga profundidad y perspectiva y parece haberse pensado a la escala de la plaza para ser visto desde el punto más alto, sobre la Ronda.
Todas estas manipulaciones del volumen toman un significado preciso a partir de las ventanas ayudadas expresivamente por el color blanco que las dibuja mejor. Ventanas regulares, aparentemente iguales, pero en las cuales podemos descubrir variaciones sobre su idea básica. Pequeñas diferencia en la manera de colocar la carpintería metálica, ajustes en el tamaño y algún capricho en forma de tribunas o logias. Hay muchos ejemplos, pero piensen en un artista como Edward Hopper y no podrán imaginar la ciudad sin ventanas.
Ahora la plaza luce diferente y acusa de manera evidente su nuevo estatus y es una de-mostración palpable que son los edificios que configuran el espacio público. El caso resulta ejemplar también por ver el que representó la arquitectura de las plazas barceloninas de los años 80 que trataban de poner orden con pérgolas y artefactos. Ara se podría prescindir de la pérgola del fondo de la plaza, porque ya tiene uno y de muy bueno. Esos elementos hicieron un papel, comos los aparatos que ponemos en los dientes de los niños, pero ahora tendremos que empezar a pensar en quitar chatarra que sobra, y puede, cuando la cosa lo permita, reformar los niveles de este espacio para atar mejor el Eixample y el Raval en ese punto y eliminar el balcón de la Ronda.
