MORQ se funda el año 2001 en Roma, Italia, por Matteo Monteduro, Emiliano Roia y Andrea Quagliola. En 2003 el estudio dobla su base y, desde entonces, su actividad pivota entre Roma y Perth, Australia. Dos contextos radicalmente diferentes. Dos maneras de entender no ya la vida, sino el mundo, completamente diferentes. Italia nos es más cercana culturalmente, así como la realidad de sus arquitectos. Pero Australia. Australia es un país enorme, casi un continente en sí mismo. Su superficie aproximada es de 7,6 millones de metros cuadrados, y su población, de unos 21 millones y medio de habitantes. Veinticinco veces la superficie de Italia conteniendo algo menos de un tercio de su población: el país está, todavía, en proceso de formación. Su relación con la naturaleza existente es, también, tensa y conflictiva. Recordar, a modo de ejemplo, que el árbol más alto jamás documentado en la Tierra, un eucalipto de la especie Eucalyptus Regens de 154 metros de altura, fue medido el año 1872 por el leñador William Ferguson. El mismo hombre que pensó que, cortándolo, se ahorrará unos días de trabajo al tener que cortar, como alternativa, más árboles más pequeños. Ni tan sólo se molestó en fotografiarlo. La sensibilidad actual respecto de la naturaleza puede ser tanto hija de estos abusos como de la mirada exógena de los recién llegados, que han aportado una nueva sensibilidad respecto lo existente. MORQ puede ser un ejemplo perfecto de este último rasgo. La sensibilidad del estudio es la nuestra. La manera de entender la arquitectura, también. Su mirada respecto la naturaleza australiana, respetuosa y fascinada, configura una manera de hacer arquitectura que podemos identificar como nuestra.
Emiliano Roia me contaba, este verano, la casa Karri Loop desde la voluntad de salvar unos árboles que cualquier arquitecto o constructor australiano hubiese cortado en el momento de pagar la parcela donde se iba a construir: un Eucalyptus Diversicolor (Karri) y dos Eucalyptus Calophylla (Marri). Árboles enormes, de gran altura, crecimiento muy rápido y raíces superficiales muy frágiles que impedían una construcción convencional a su alrededor. Es más, que la convertían en una construcción de riesgo, porque ésta hubiese estropeado las raíces, hubiese matado los árboles, podrido la madera y provocado su colapso sobre la propia construcción. Tomada esta decisión inicial, MORQ decide afrontar la casa desde la responsabilidad de compatibilizarla con unos árboles que se quieren vivos y que, además, es peligroso herir. La solución proviene de la elección de un sistema de cimentación llevado a sus últimas consecuencias: unos trípodes simplemente apoyados sobre el terreno, replanteados en función del criterio de un ingeniero agrónomo, que dispersan el bulbo de presiones del propio cimiento y aguantan muy poca carga. Sobre ellos, una construcción ligera hecha en madera, básicamente una casa binuclear que deja dos patios, uno singularizando el acceso, el otro abierto al jardín, alimentando básicamente las habitaciones. La dualidad zona de día-zona de noche propia de esta tipología queda rota por la disposición de dos estudios a usar indistintamente a cualquier hora del día, que polarizan la casa en función de un eje que la divide, de nuevo, entre estancias sobre el jardín y estancias sobre la calle, o patio que da a la calle. Lo que nos habla, en cierto modo, de la dimensión urbana de esta casa, que no se quiere relacionada con la ciudad únicamente a través de un garaje. El terreno se deja intocado, con su pendiente original. Los cimientos que posibilitan la casa quedan a la vista, no como una planta de pilotis convencional, sino como una manera higiénica de separar la casa del terreno. Todo el conjunto se resuelve únicamente con tres materiales: la madera anteriormente mencionada tanto al interior como al exterior (la exterior, pintada de negro. La interior, en bruto, en su color natural, formando pavimentos, paredes y techo), una plancha metálica para la cubierta y cristal para las oberturas, dispuesto en carpinterías de diversas tipologías: desde ventanas convencionales hasta celosías de ventanas pasando por conjuntos de carpintería que pueden abrirse al cien por cien alojándose en el interior de los muros. El conjunto, muy claro en planta, complejo y rico en sección, habla de una arquitectura animada por unas reglas de juego muy sencillas trabajadas al máximo de sus posibilidades: MORQ, un estudio que opera en un país donde no es necesario el concurso de un arquitecto para construir una casa de las medidas de la planteada es puro valor añadido y nos habla de una arquitectura del convencimiento, que se hace necesaria como un vehículo que construye vivienda desde el diálogo de la ciudad con la naturaleza en bruto sin renunciar a ninguna de las dos condiciones.
Os invito a seguir su obra.
2 Comments
Uns espais molt acurats i sense afegir elements superficials i innecessaris. Expressivitat al màxim dels materials, els mínims, però ben dissenyats i situats amb tota la intenció. Aquesta volumetria està perfectament integrada en la natura de l’entorn. A l’inici no entenia l’elecció d’aixecar l’edifici per sobre el terreny, però havent llegit el text, ara entenc la decisió. Felicitats pel projecte.
delicatessen