Fuente: Roger Sauquet Llonch
Fotografía: Roland Halbe
No decimos nada nuevo si recordamos que la horizontalidad del pabellón alemán en Barcelona buscó contrastarse contra la verticalidad de las ocho columnas jónicas y que el pabellón alemán, como toda la arquitectura de Mies, insistió en in-expresar la estructura. Las columnas, los pilares y los soportes se convierten en objetos y se cortocircuita cualquier lectura obvia del sistema estructural. Sabiéndolo o no sabiéndolo Mies, las columnas chapadas en acero cromado del pabellón guardan una profunda relación con las columnas clásicas que también nacieron para hacernos creer que no se ven afectadas por el peso y que, lejos de soportar una carga, parecen surgir desde el suelo, elevarse y abrirse.
Las limitaciones presupuestarias animan a buscar ocho columnas, baratas de construir, en las que no deje de estar presente la gracia que tuvieron las antiguas columnas. Bidones de chapa de acero provenientes de los cementerios de residuos químicos, bidones relacionados con la ciudad de ahora, marcados por señales reconocibles, se colocan uno encima del otro gracias a simples cordones de soldadura. Son para nosotros los nuevos tambores de las columnas. Son también objetos con cierto valor, porque el tiempo se ha encargado de despintarlos y desfigurarlos, de desactivar su funcionalidad, consiguiendo en sus superficies y en sus abolladuras efectos inimitables. Las columnas clásicas nacieron sin duda para celebrar la luz y el horizonte. En un conocido dibujo de Le Corbusier los fustes de las columnas del Partenón, reflejan las montañas, el cielo y el mar. Son superficies reflectantes que hablan sobre el espíritu del lugar donde se erigen y que multiplican ese reflejo con cada una de sus canaladuras. La fila multicolor de columnas realizadas con bidones industriales de desecho también realiza una ironía hacia las amenazas del paisaje industrial y hacia la belleza ambigua y errada desvelada por este mismo paisaje. Tal vez a ese Mies que dijo una vez: Yo no quiero transformar el mundo, solo quiero expresarlo, es todo lo que quiero, le habrían gustado estos ocho fustes hechos con chatarra.
Autores:
Luis Martínez Santa-María, arquitecto
Roger Sauquet Llonch, arquitecto
Aparejador:
Manuel Iglesias Velasco
Ingenieros:
Enrique Martínez Sierra
Robert Brufau Niubó
Joan-Ramon Blasco Casanovas
Promotor:
Fundació Mies van der Rohe
Contratista:
Antonio de la Rosa
Fotógrafo:
Roland Halbe
Colaboradores:
Azucena Sánchez Cediel, arquitecto
Carmen Cabañas Barrajón, estudiante de arquitectura
Anna Bonet Esteve, diseñadora de interiores
Berta Fusté Suñé, arquitecto