
A finales del 2004, avalado por el INAH y CONACULTA, se determinó al proyecto del arquitecto Alejandro Sánchez García como ganador del concurso nacional convocado por la Secretaría de Cultura del Estado de San Luis Potosí para la intervención de la antigua penitenciaria estatal y su transformación en centro de las artes.
Convertir una edificación concebida originalmente para privar de su libertad a las personas, en un espacio público con vocación artística y cultural no era una labor fácil. La construcción proyectada por el Arq. Calos Suárez Fiallo data de finales del siglo XIX y se caracteriza por su esquema panóptico, con un área de observación y vigilancia al centro y ocho naves concéntricas dispuestas de manera radial a su alrededor, de modo que los guardias tuvieran el control visual de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
A pesar de que el proyecto original no se completó en su totalidad (cuatro de las ocho naves sólo se construyeron en planta baja y no de dos niveles como originalmente se planeó), la cárcel funcionó durante muchos años, e incluso albergó a personajes como Francisco I. Madero que en su interior comenzó la redacción del famoso Plan de San Luis.
La eliminación del estigma penitenciario en un país plagado de conflictos sociales requería no solamente de una intervención a nivel estético y funcional, sino también una completa evolución desde su interior, que física y metafóricamente lo cargara de un nuevo significado. Es así que se comenzó por intervenir su esencia, los componentes primordiales que le confieren el carácter de prisión: las celdas. Pieza por pieza se removieron del interior del edificio los bloques de cantera que las conformaban y se llevaron al exterior.
Cada uno de los 8 patios triangulares formados entre las bóvedas concéntricas fueron invadidos por elementos que anteriormente conformaron muros y pisos, que en vez de ser desechados se recuperaron de manera individual, y como en un rompecabezas se rearmaron para constituir elementos nuevos. Jardineras, caminos, contenedores de agua y nuevos elementos recreativos e integrados al paisaje cobraron vida de los mismos bloques que se utilizaban para privarla.
La reutilización del bloque de cantera tipo sillarejo se vuelve así el leitmotif que da unidad a lo largo de todo el proyecto. La propuesta contempló además la culminación del plan original, de modo que se completó el segundo piso de las crujías de un solo nivel pero con el manejo contemporáneo de concreto aparente, respetando la forma original de los volúmenes diferenciando claramente lo original de lo actual.
En el interior de estas nuevas adiciones se reprodujeron también en concreto las bóvedas de cañón corrido de tabique, incorporándolas al lenguaje estético de la propuesta incluso en trabajos de herrería bajo los puentes de los andadores de estructura metálica. Cuando el programa lo requiere, las bóvedas libran hasta 14 metros de claro para permitir grandes espacios libres para el desarrollo de actividades que así lo soliciten.
En cuanto a su función, cada una de las bóvedas de cañón alberga una parte definida del programa de necesidades: museo de sitio, música, biblioteca, danza, multimedia y galería, teatro, aulas y mediateca, y artes visuales.
El gran patio de la parte posterior fue replanteado como una gran zona de difusión que incluye un foro al aire libre para 2,500 personas y un teatro polivalente para 500 espectadores. Junto con la explanada de acceso y los patios triangulares, conforman 30,000 metros cuadrados de espacios recreativos alrededor de las áreas culturales.
El proyecto es un ejemplo de sensibilidad espacial y simbólica, donde por un lado se respeta la importancia histórica del edificio y por otro lado se le reinyecta nueva vida, no negando su pasado, sino incorporándolo física y espiritualmente al presente. A través del uso de la luz, la transformación de escalas, la utilización de materiales contemporáneos y la incorporación de remates visuales, se despeja a la vieja edificación de toda connotación negativa dignificándola mediante la exaltación de sus cualidades artísticas y patrimoniales.
En la edición del 2009 de los premios INAH, el proyecto recibió la presea “Francisco de la Maza” en la categoría de mejor trabajo de conservación del patrimonio artístico y urbanístico.
Autor
Alejandro Sánchez García
Colaboradores
Mariza Flores Pacheco, Diego Ricalde Recchia, Alfredo Cortes Téllez, Alejandro Delgado, Ricardo García Santander, Esaú Santos Velasco, Juan Carlos Juárez Ibarra, Eduardo Olivares
Paisajista
Hugo Sánchez, Tonatiuh Martínez
Restauración
Francisco Ramos.
Estructura
EA Ingeniería y Obras Especializadas S.A. de C.V. (Ing. Enrique Ávalos Zavala)
Instalaciones
Taller 2M Arquitectura S.A. de C.V.
(Arq. José Madrid Quintero)
Maqueta
Armando Hernández
Fotografía
Jaime Navarro
Memoria descriptiva
Alejandro Fernández