Apezteguia Architects Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Gipuzkoa, Donostia.

Date: November 25, 2014

Por Carlos Garmendia Fernández
Fotografía: Josema Cutillas

Existen estilos arquitectónicos que, por razones ajenas a la funcionalidad (o al menos ajenas a mi entendimiento) no acaban de asentarse en territorios en los que, sin un análisis concienzudo detrás, parecen adaptarse sin excesivos problemas.
Quizás sea de memoria frágil, pero en una región donde la industria y la metalurgia en concreto han tenido el peso específico que han tenido en el País Vasco, parece cuanto menos extraña la escasez de la conocida como “arquitectura tecnológica” tan habitual en otros países de similares características climatológicas.
Sea cual fuere la razón del escaso calado de esta corriente, el hecho es que, aun así, existen ejemplos más que exitosos y este proyecto, a mi entender, es uno de ellos.

La Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Gipuzkoa es una obra construida hace ya varios años por el estudio navarro Apezteguia Architects, uno de esos despachos “poco conocidos” si tenemos en cuenta la calidad de su trabajo.

Basta indagar levemente en su obra para encontrar diferencias entre este proyecto y el grueso de su trabajo pero, una vez estudiados más intensamente, es fácil percibir una línea continua en los procesos proyectuales de todos ellos. La claridad y sinceridad en el aspecto constructivo acaban llevando el peso de cada proyecto y, con diferencias estéticas finales o no, este apartado acaba imponiéndose al resto del ejercicio.
En este caso dicha apreciación resulta suficientemente obvia e, intencionadamente, el edificio queda reducido a un sistema estructural (en realidad doble) que se impone a cualquier otra decisión.

Es por esto que, para entender la Cámara de Comercio es suficiente explicar su funcionamiento estructural añadiendo apenas un par de pinceladas sobre sus planteamientos formales y funcionales.

El volumen como tal queda dividido en tres bloques longitudinales y paralelos que varían sus alturas atendiendo a los distintos condicionantes a los que se exponen sus fachadas. Estas tres pastillas quedan a su vez separadas entre sí por unos atrios interiores que llevan la luz a los espacios interiores hasta llegar a la “plaza” interior formada en planta sótano.

Con el fin de liberar esos espacios centrales se plantea una estructura a doble escala; una interior de escala mayor a base de pilares apantallados y grandes vigas de canto de hormigón, ideadas para salvar grandes luces y evitar así un bosque de pilares y otra de escala menor en fachada, por medio de pilares metálicos de tamaño mínimo que quedan diluidos entre la propia carpintería exterior. Esta visión metálica desde fuera se ve además incrementada con unas pasarelas que al mismo tiempo que sirven de protección solar en la fachada acristalada funcionan como plataforma para la limpieza de la misma.

Una vez definida la estructura, todo el interior dividido en los tres bloques queda definido a base de bandejas horizontales que albergan los distintos usos, en su mayor parte de oficinas, tan solo existe un elemento singular, la sala de plenos, que ocupa el espacio central y aprovecha su autismo formal para erigirse como volumen icónico y definir así el vestíbulo de entrada que, ya liberado de elementos estructurales, se abre hacia el acceso para enfatizar la plaza interior.

Un proyecto que, más allá de solucionar de manera ejemplar un programa basando la idea en una definición impecable del sistema constructivo y supeditarlo a un programa, recupera una estética arquitectónica que encaja perfectamente en el paisaje vasco y que, ayudado por la antes apuntada escasez de proyectos del mismo orden, demuestra que ese poco éxito no se debe al menos a la idoneidad del concepto que utiliza.