| Aitor Frías Sánchez
| 2014 | PFC | ETSAG (Granada)
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Dos jardines en el límite
Atrapados en la frontera entre el barrio histórico del Realejo y el territorio monumental, en el límite exacto entre la Ciudad y la Alhambra, los jardines de la Fundación Rodríguez Acosta y del Carmen de Peñapartida coexisten el uno junto al otro ignorándose mutuamente. La imponente torre del pintor Jose María Rodríguez Acosta se eleva a escasos metros de la única edificación del Carmen de Peñapartida [una vieja casa construida en el siglo XIX sobre las ruinas de una torre defensiva de época islámica] sin que esta cercanía entre arquitecturas se traduzca en un vínculo que relacione ambos jardines. Una calleja de asfalto pasa entre ellos sin el menor detenimiento hasta morir en el aparcamiento improvisado que se ha erigido a los pies de las Torres Bermejas.
La propuesta nace, por tanto, al fijar la mirada en esa zona de fricción entre ambos cármenes, que es al mismo tiempo un lugar de tensión entre lo Urbano y lo Patrimonial, un punto de contacto entre dos jardines de la Alhambra y un espacio en el que se superponen arquitecturas de épocas y funciones distintas [la torre defensiva, la vieja casa, la torre del pintor]. Un lugar de oportunidad, en definitiva, donde se ponen en relación tres escalas de actuación diferentes, lo cual nos permite dar respuesta en un mismo enclave a las premisas iniciales del proyecto [recuperar el Jardín de Peñapartida, insertar una serie de usos, etc] al tiempo que se trascienden los límites del propio carmen y se establecen vínculos con el jardín vecino, con la Ciudad y con otros espacios del territorio monumental como son Torres Bermejas o la Puerta de las Granadas.
Contruir donde está construído
Una vez puesto el carmen en relación con su entorno, miremos a su interior.
Recién incorporado al patrimonio monumental, el Carmen de Peñapartida ha llegado hasta nuestros días como un jardín heterogéneo y densamente poblado de vegetación [tanto que se puede entender como parte del Bosque de la Alhambra] en el que se superponen una serie de estratos históricos. Un collagge de épocas y ambientes donde se suceden ruinas, miradores, albercas y fuentes, cuevas naturales, huertos, espacios de interés arqueológico, de interés histórico, etc… generando en conjunto un lugar de alto valor patrimonial.
Este valor patrimonial, sumado al hecho de poseer una topografía compleja y casi intacta, repleta de oquedades aún por explorar [recientemente hubo un hundimiento de terreno debido a la entrada de un camión], hacen muy recomendable limitar al máximo la invasión del jardín, el cual se entiende como un espacio consolidado que no requiere intervención más allá de la estrictamente necesaria.
De modo que, ¿cómo insertar usos edificados [con un área aproximada de 1000 m2] sin afectar ni dañar el frágil patrimonio que encierra el carmen, su denso arbolado o su complicada topografía?
Proyectando un encuentro entre la Ciudad y la Alhambra: La Plaza, el Patio y el Mirador
Intersecciones. De eso trata el proyecto: de consolidar intersecciones. Dejar que ocurran. Añadir lo mínimo, quitar lo mínimo, abrir vistas, establecer vínculos y permitir que las cosas sucedan casi por su propio peso. Una Plaza, un Patio y un Mirador. Esto es lo que el proyecto inserta en el lugar. Vacíos que articulan un juego de Volúmenes que ya existía antes. Un conjunto de arquitecturas que se completa ahora, sí, pero nada más.
Estos vacíos hallan su sitio allí donde suceden esos encuentros:
Donde la Calle y el Carmen confluyen, donde la Alhambra y la Ciudad colisionan y donde el Jardín de los Rodríguez Acosta se enfrenta al Jardín de los Catalanes, nace una Plaza.
Donde lo viejo (la Casa de los Catalanes) se encuentra con lo nuevo, nace un patio.
Y donde el transeúnte descubre el paisaje (la Alhambra, la Ciudad, Sierra Nevada), al elevarse por encima de las copas de los árboles, nace un Mirador.