| José García Soriano
| 2012 | PFC ETSAV (Valencia)
| Taller H
La Cartuja de Valldecrist se encuentra en el término municipal de Altura, al sur de la provincia de Castellón, separada del casco urbano y rodeada por campos de cultivo.
Desde la desamortización de Mendizábal ha ido cambiando de manos, convertida en cantera y sometida a un expolio constante. Describía Llorente en 1887: parece, no un convento, sino un pueblo, cerrado por combatida muralla y víctima de espantoso bombardeo.
¿Qué hacer con las ruinas de un monasterio cartujo, parte de la historia y memoria del lugar? El proyecto se construye sobre dos ideas:
MANTENER EL CARÁCTER DE RUINA
Desde el siglo XIX la Cartuja es una ruina. No queda nadie que pueda recordar cómo fue, en el imaginario colectivo son sólo restos. Siguiendo esta idea, el proyecto no recupera su volumetría ni uso. La aproximación es sin contacto, “dejando caer” la intervención sobre los restos y respetando su carácter de ruina.
PROPONER UN PROYECTO RENTABLE
Se han hecho algunas excavaciones y consolidaciones, pero hay dificultades para conseguir fondos. Se propone un programa rentable: un hotel rodeado de campos productivos, usando materiales baratos y rápidos de instalar, apostando por la producción de energías renovables.
¿Cómo acercarnos a la ruina? Contaba Picasso que un día encontró un sillín y un manillar de bici. Inmediatamente las asoció creando una cabeza de toro. Pero pensaba que debería haberla tirado, para que alguien descubriese que con una cabeza de toro podía hacer un manillar y un sillín. «Hubiera sido extraordinario».
Salvando las distancias, encontramos unas ruinas abandonadas que, combinadas con un programa, se transforman en hotel. Pero quizá un arquitecto encuentre la intervención y se dé cuenta de que lo importanteson las ruinas, o el programa. El proyecto es un suspiro en la larga vida del edificio, por lo que se respetan al máximo las ruinas.
PROGRAMA El hotel se compone de un patio de entrada con las dos iglesias como salones, una recepción en el edificio de la hospedería, un restaurante y habitaciones alrededor del claustro.
El patio se recupera para los usuarios, reinterpretando el deambulatorio que caracteriza a los claustros.
Las habitaciones se redistribuyen en las celdas según el soleamiento, produciendo tres niveles de privacidad.
Como testimonio, una de las celdas se deja en ruinas y otra se reconstruye.
El material propuesto es madera, que se integra visualmente con los restos, pero no formalmente. Las formas poliédricas y rotundas contrastan con la irregularidad de las ruinas.
Se propone la plantación de árboles frutales y plantas aromáticas autóctonas. De esta manera, se pueden comercializar sus frutos y las distintas floraciones hacen que el paisaje cambie cada temporada.
La limpieza de aguas residuales se realiza en balsas impermeabilizadas de fitodepuración, que no producen olores. El agua se reutiliza para regar los campos o se devuelve a la naturaleza a través de un barranco. El agua caliente y la energía eléctrica se obtienen de “árboles” metálicos con paneles, siguiendo la lógica productiva de los campos.
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