| Artemisa Espinosa
| 2012 | PFC UEM (Madrid)
| Profesores: Ángel Alonso, Victoria Acebo
El huerto de la Latina
Una gran cubierta verde flota sobre la Latina, ¡y se puede comer!
– ¿Te vienes? Han organizado un taller en el que, si trabajas un par de horas, luego te dan unas fresas, y podemos ir a comerlas arriba, ¡donde el depósito!
– Vale, pero me llevo la toalla, que quiero tirarme al sol un rato por la tarde. ¡Para celebrar que hemos terminado los exámenes!
Un espacio público, de cooperación entre los propios productores que luego venderán sus productos en el mercado y los vecinos, atraídos por los talleres organizados en torno al cultivo, la alimentación, y otras actividades. Un espacio en continuo cambio, cíclico, que pretende ser lúdico y pedagógico a partes iguales.
Si me buscas, estaré por la plaza
– Mamá, voy a la plaza a jugar, ¿vale?
– Está bien, hijo. Aprovecha y dile a tu abuelo que han organizado un concurso de tortillas, por si quiere pasarse y así ya viene cenado. Creo que estará leyendo en los árboles de dentro, donde los bancos a la sombra. ¡No te olvides!
– Mamá… ¿puedo quedarme hasta que pongan la verbena? Hoy es sábado.
– Bueno, pero con tu abuelo. Que va mucha gente, y no quiero que te pierdas por ahí.
La plaza de la Cebada es un espacio en el que a lo largo de la historia han pasado muchas cosas, y todas de carácter público. La plaza del mercado siempre ha sido eso: una plaza. Y continuará siéndolo. Ahora mejor equipada para que puedan pasar muchísimas más cosas.
El proyecto es el resultado de la conexión entre la memoria del espacio de la Plaza de la Cebada y el presente urbano del siglo XXI, en el que todo está tan globalizado que ya no sabemos ni cómo se hace ni lo que cuesta producir lo que consumimos.
Cuando la crisis del sistema del mercado de abastos tradicional pone en duda su supervivencia, acosado por mejores ofertas económicas y de ocio de las grandes cadenas de supermercados. Cuando un niño no sabe dibujar un pollo vivo. Cuando los productos de los que nos alimentamos encarecen su precio en más del doble y del triple, tan sólo porque queremos algo fuera de temporada que ha sido traído desde otro continente. Cuando debemos poner en crisis nuestro propio sistema económico, si es que alguien no se ha enterado de que ya lo está.
Los espacios públicos ya no son vacíos residuales entre lo urbano. Pasamos de la concepción simplista de un jardín metropolitano donde “lo verde es bueno y bonito” a un sistema productivo, origen y potenciador de actividades que siempre se han desarrollado en las plazas. Espacios de encuentro, de aprendizaje, de descanso, de intercambio. Apoyado en tres conceptos que conducen el desarrollo del proyecto en todas sus fases, y que sitúan al usuario como el protagonista indiscutible: pedagógico, ecológico, y lúdico.
Pedagógico
¿Qué hace falta para cultivar un kilo de tomates? A través de talleres prácticos, paseos entre cultivos o ver cómo cambia el paisaje a lo largo del año, se pretende responder a la pregunta de: ¿cómo se hace?
Lúdico
La huerta vuelve a conquistar la ciudad. Además de ser una actividad entretenida, y de la que se puede aprender, su práctica da frutos e incentiva a continuar cultivando. Si has participado en su producción, querrás probar cómo sabe el resultado.
Ecológico
Se produce donde se consume. Con esta máxima, reducimos costes económicos y medioambientales en transporte y manipulación, a la vez que implicamos a la población del barrio en su propio paisaje productivo.