Publicado originalmente en catalán en el ARA el 5 de noviembre de 2012
Fotografía: Català Roca > COAC
Existe una arquitectura catalana? En estos días en los que reivindicamos Cataluña como una identidad basada, entre otras cosas, en una lengua y una cultura propias y si admitimos que la arquitectura es y ha sido siempre uno de los elementos fundamentales de nuestra cultura, creo que es oportuno reflexionar sobre si existe una arquitectura propia y por lo tanto diferenciada de la que se practica en el resto de España y si es así averiguar en qué consisten estos rasgos distintivos. Dicho de otro modo, si existe un hilo conductor que una a arquitecturas tan diversas como las de Gaudí, Jujol, Coderch, Sert, Bohigas, Miralles, etc … y si ese hilo se conserva en la pluralidad y diversidad de arquitecturas contemporáneas que se están produciendo en este momento en Catalunya.
No debe ser casualidad que sea precisamente en países de pequeño tamaño en los que se desarrolla una arquitectura que puede reconocerse colectivamente. Hace unos años todos nos fijábamos en la arquitectura holandesa, expresiva y arriesgada, que influenció enormemente el panorama arquitectónico internacional de la mano de arquitectos como Rem Koolhaas, MVRDV, Wiel Arets, etc … Más tarde también nos vimos capaces de hablar de la fascinación que nos causaba la arquitectura suiza, basada en la simplicidad y una ejecución impecable. Arquitectos como Zumthor, Olgiatti, Bearth Deplazes, Miller Maranta, etc … y sus enseñanzas en escuelas como la ETH de Zurich o la Accademia de Mendrisio han generado un cuerpo teórico y construido envidiado internacionalmente. Últimamente se habla mucho de la arquitectura belga, y más concretamente de la de Flandes, con una gran cantidad de estudios jóvenes y con talento que están proponiendo una arquitectura que más allá de sus individualidades puede valorarse en su conjunto, manteniendo ciertas características comunes.
Pues bien, creo que de la misma manera que hablamos colectivamente de estas arquitecturas también se puede hablar de arquitectura catalana, con unos rasgos diferenciales y reconocibles que compartimos la mayoría de arquitectos que nos hemos formado y trabajamos en este país.
A la hora de definir cuáles son estos rasgos característicos y diferenciales, yo me atrevería a resumirlos en cinco conceptos: lugar, materia, construcción, tradición y sentido común.
Tradicionalmente, la arquitectura catalana ha partido siempre de un análisis cuidadoso del lugar donde se implanta y de la voluntad de adaptarse a su entorno sin distorsiones. Una arquitectura modesta que muchas veces desaparece para fundirse en el conjunto y que otros busca construir un lugar en medio del desorden, colocando siempre por delante lo colectivo, es decir la ciudad, por encima de lo individual, la arquitectura. Escogiendo los materiales de entre los que se encuentran más cerca para que construyan una arquitectura sin artificios, que sea capaz de integrarse con naturalidad. Definiendo muchas veces la forma de la manera más fácil posible, en función de su materialización constructiva. Con una voluntad de seguir la tradición sin renunciar a su necesaria contemporaneidad y con un pragmatismo y sentido común que es la base de su sostenibilidad económica y energética mucho antes de que estos términos fueran incorporados a nuestro vocabulario.
Estos son los valores que han compartido y compartimos la mayoría de los arquitectos de aquí a lo largo de los años. Desde Jujol, con su mirada amable e irónica hacia el entorno rural y su particular uso de los materiales más humildes donde tanto valía una caja de madera como un porrón, hasta la arquitectura de Enric Miralles, uno de los arquitectos más personales, inclasificables y a la vez influyentes que ha tenido esta tierra, dibujando un hilo de continuidad que llega hasta ahora mismo, con arquitectos que gozan de un amplio reconocimiento internacional como son RCR, Mateo, Llinàs, Ferrater, Bonell , Pinòs, etc., perfectamente compatible con su propia diversidad; que construye un universo creativo que forzosamente debe ser personal.
Estos cinco puntos en común pueden parecer obvios entre nosotros, pero se convierten en característicos y remarcables cuando salimos fuera de nuestras fronteras a proyectar o enseñar, construyendo un cuerpo teórico muy valorado con una personalidad propia y diferenciada. Es necesario asumir y reivindicar estos valores colectivos para empezar a construir una identidad que nos identifique y nos permita volver a ocupar una posición central en el debate arquitectónico internacional.
En estos momento de cambio e incertidumbres, más que nunca.