| Jorge Díaz Rodríguez
| 2012 | Curso: PFC. ETSAB (Barcelona)
| Profesores: Ll. Moya, C. Domingo, E. Roca, R. Torres.

Tanto las mallas, velocidades, tipología de de la edificación, usos y el fuerte desnivel hacen que el área de intervención deba lidiar con realidades muy diferentes.
Además de los edificios institucionales, viviendas y comercios que aparecen en el área, el programa será completado por un centro cívico y una biblioteca municipal donde suman un total de 6500 m² construidos.
Se entiende que la nueva intervención debe funcionar a dos escalas bien diferenciadas pero en correcta sintonía. La escala de ciudad y la escala interior de manzana se convierten así en las herramientas de trabajo, pero también los diferentes momentos históricos nos ayudan a entender que la ciudad se construye por capas; donde ahora estamos nosotros ya estuvieron otros antes.
Debe ser una relación de negativo-positivo equilibrada donde las formas del espacio público deben de ser precisas.
Nos aprovechamos de lo que se ve en el lugar, pero también de aquello que ya no está y queremos recuperar sin nostalgias, poniendo en valor los elementos que puedan aportar gravedad al conjunto siendo capaces de asumir nuevos usos. Se establecen constantemente relaciones con las preexistencias: estirando los elementos que consideramos importantes en el lugar como alineaciones, recorridos, antiguos trazados, plazas existentes y desaparecidas…
Se mantienen aquellas piezas que por su valor histórico-patrimonial y arquitectónico enriquecen la intervención, mientras que los añadidos posteriores se eliminan.
Se otorga así una permeabilidad a la manzana de la que antes carecía haciendo posible que los usuarios atraviesen la barrera perimetral e incorpora la promenade donde se van descubriendo espacios diferentes, como sucede constantemente en el casco lisboeta.
La cubierta se convierte en el elemento estructurador del proyecto. Partiendo de la preexistente cubierta de madera de los lavaderos, la nueva construcción nos acompaña hasta el plano del suelo al nivel del Monasterio de la Esperanza. Pasa a pensarse como elemento de contacto con las personas, como elemento estructural, visual, constructivo y como programa pues bajo un mismo manto alberga actividades diversas. La cubierta se concibe como un «todo».