Artículo de Llatzer Moix publicado en Cultura|s de La Vanguardia el pasado día 6 de junio sobre el estudio Barozzi Veiga.
Arquitectos nómadas
“Pertenecemos a una generación nómada”, dice Fabrizio Barozzi (Rovereto, Italia, 1976), al explicar cómo un italiano –él– y un gallego –Alberto Veiga (Santiago de Compostela, 1973)– han acabado construyendo en varios países europeos tras coincidir en Sevilla y afincarse en Barcelona. “Elegí Sevilla en tercero de carrera, para un año de Erasmus, porque me pareció un destino exótico”, dice Barozzi, que cursó el grueso de sus estudios en Venecia. “Y en Sevilla trabajé en el estudio de Guillermo Vázquez Consuegra, donde coincidí con Alberto”, que había llegado tras licenciarse en Pamplona y trabajar con Patxi Mangado. “Estando en Sevilla decidimos probar suerte por nuestra cuenta en un concurso para unas viviendas en Úbeda. Y lo ganamos. Compramos un plotter y, de alguna manera, eso significó que íbamos a montar un estudio. Así fue, aunque lo de Úbeda se quedó en el básico”, recuerda Veiga. “Después de eso yo decidí irme a Barcelona, con mi pareja, y Fabrizio decidió ir también –prosigue Veiga–. Fundamos nuestro estudio, EBV. No éramos de aquí, no teníamos contactos, y de modo natural empezamos a presentarnos a concursos en cualquier parte. Lo que ahora hacen tantos por necesidad, nosotros empezamos a hacerlo como si fuera lo más normal del mundo. Fue una etapa muy bonita, con mucho entusiasmo, pero también angustiosa, estábamos con el agua al cuello. Hasta que ganamos el concurso de Águilas. Eso sería en el 2004. Y ya no hemos parado”.
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Auditorio en Aguilas |
Ahora mismo hay en marcha en Suiza cuatro obras museísticas de cierto volumen. Una de ellas es la ampliación de la Kunsthaus de Zurich, que ha proyectado el británico David Chipperfield, autor de la celebrada rehabilitación del Neues Museum berlinés. Otra es la ampliación delKunstmuseum de Basilea, a cargo de los locales Christ & Gantenbein. Y las otras dos obras –el nuevo Museo Cantonal de Bellas Artes de Lausana y la ampliación del Bündener Kunstmuseum de Chur– llevarán la firma del Estudio Barozzi Veiga (EBV): un despacho de Barcelona, integrado por un italiano y un gallego, sin obra en esta ciudad y, por tanto, escasamente conocidos más allá de los medios profesionales. De hecho, EBV son hoy por hoy uno de los secretos culturales mejor guardados de Barcelona, pese a su proyección y reconocimiento europeos.
Fabrizio Barozzi y Alberto Veiga se afincaron en Barcelona en el 2004, tras conocerse en el despacho sevillano de Guillermo Vázquez Consuegra (véase recuadro). Su idea de la arquitectura –según afirman con alguna solemnidad– está más cerca de lo sustantivo que de lo adjetivo. “Cada vez hay más profesionales que hablan de su disciplina no desde lo que la define, sino desde lo que la caracteriza. Parece que hoy un arquitecto tiene que argumentar su trabajo desde muchos flancos: la eficiencia, la economía, la sostenibilidad, etcétera. Todo eso está muy bien. Pero la arquitectura tiene unos valores fundamentales –materialidad, espacio, relación con el medio urbano o natural, proporción– que son los que a nosotros nos interesan de modo prioritario. Buscamos la reducción al hueso de la arquitectura. Ser contemporáneo supone entender el mundo que te rodea, no dejarte llevar por los criterios en boga”, dicen Barozzi y Veiga, tejiendo un discurso a dos voces, muy cohesionado, que hace difícil atribuir las palabras a uno o a otro.

El método EBV tiene dos manifestaciones de peso en España. Una está en el extremo norte de la bahía de Águilas (Murcia), y otra sobre los restos de la muralla de Roa (Burgos): el auditorio y palacio de congresos Infanta Doña Elena y la sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de la Ribera del Duero. Ambos edificios se inauguraron en marzo del 2011, y son fruto de una fase inicial de su carrera, “en la que éramos más inconscientes, libres y apasionados”, dicen. Esa libertad toma cuerpo en Águilas con un cubo blanco, cuyas fachadas alabeadas, cóncavas, se relacionan sutilmente con la curva de la bahía, y que articula un mirador y absorbe la luminosidad del Mediterráneo. El constante deseo de EBV de “hallar un equilibrio entre la especificidad del lugar y la autonomía de la forma” se vio aquí muy satisfactoriamente materializado.
En Roa, pueblo encaramado a un cerro, EBV actuaron sobre un paño de la maltrecha muralla, con la idea de rehacer su cuerpo en una fachada de la obra y de contribuir a la definición de la trama urbana en la otra. Para ello, echaron manodeelementostan diversoscomo una torre de nueva planta, unas ruinas hospitalarias del siglo XVI y un mirador que hace de filtro entre la urbe y los vastos campos que la circundan. De nuevo, una apuesta por la expresión que, lejos de ignorar lo preexistente, lo utiliza como fuente de inspiración no mimética y lo realza.
El primer gran proyecto de EBV fuera de España está en Szczecin, capital junto con Gdansk de la industria naval polaca. El Konzerthaus de esta localidad, que ahora intenta reinventarse como centro cultural, fue destruido en la Segunda Guerra Mundial. El concurso para su reconstrucción fue el primero público de importancia convocado allí en decenios. EBV lo ganaron con una propuesta de componente icónico y hechuras catedralicias, cuya expresiva cubierta evoca una cordillera de muchos picos, rematando una fachada de cristal en la que se reflejan y reviven las edificaciones del vecindario. “Se trataba de dar intensidad al lugar mediante un edificio cuya lenguaje entiende la tradición local…”, afirman. En el interior, la planta se divide en una plaza cubierta y dos salas de conciertos.
Con esta obra en cartera, EBV optaron a la construcción del nuevo Museo Cantonal de Bellas Artes en Lausana. Se colaron en el concurso por una de las tres plazas reservadas al relevo generacional. Y, en junio del 2011, lo ganaron con una propuesta sobria y radical, que se saltaba las bases. En realidad, se trataba de dos concursos: uno de ordenación urbana de una vieja zona de almacenes ferroviarios, cerca de la estación, y otro para la construcción de uno de los tres museos destinados a dicha zona, precisamente el llamado a ocupar un edificio preexistente. “Nos dimos cuenta de que debía primar la definición de un gran espacio público urbano, recogiendo el espíritu del lugar. De manera que propusimos tirar el viejo edificio, ordenar una zona de parque, y disponer el futuro museo como barrera entre el parque y las vías. A partir de ahí, todo vino rodado”, aseguran.
Al posterior concurso de Chur, EBV fueron convocados ya como seniors. Pese a esta diferencia de entrada, el final fue el mismo: también lo ganaron. Aquí había que ampliar un museo de bellas artes preexistente, ubicado en una villa de acentos orientales y palladianos. EBV apostaron por el jardín que la rodea y se limitaron a proponer un pabellón anexo de volumen reducido, revestido con un bajo relieve de dibujo abstracto, mientras colocaban el grueso del programa en plantas subterráneas…
Hay una constante en las obras de EBV: ese compromiso con la arquitectura con mayúsculas, sustantiva, desnuda, ya descrito en el segundo párrafo. Y, también, una dedicación exhaustiva a sus proyectos. “En el de Lausana, trabajamos seis meses preparando el concurso. En el de Chur, cinco. Durante el último año y medio sólo hemos preparado dos concursos. La arquitectura –admiten– nos exige una aproximación lenta al proyecto, meses para madurarlo sin prisa. Por ello apostamos por unos pocos proyectos, pese al riesgo que eso comporta. Hasta ahora hemos tenido suerte. Queremos seguir por esa senda”… No sería de extrañar que conservaran la suerte: ahora son finalistas del concurso para la construcción de un nuevo teatro en París. Y de otro para la ampliación del conservatorio de Brunico, un pueblo italiano cercano a Trento y a Austria.