Fuente: ecotopologia epigonal
Cada cosa a su aire. Alicatado detrás de la barra del bar, que no va de punta a punta de la pared, y que además se acaba a los tres metros de altura cuando todavía falta casi un metro para llegar al techo. Una señal de «Prohibido fumar» naranja fosforescente. Un cartel de helados (con toda su fantasía). Al lado el sensor de movimiento de la alarma. Debajo un cuadro de contenido probablemente aleatorio que toca marco con marco con una puerta que a su vez está pegada a la pared. En la barra servilleteros con propaganda, la botella de agua de Miquel, aceiteras y vinagreras… Los azulejos de la barra cortados según una diagonal que no obedece a ninguna relación con su módulo. La barra, por cierto, de una altura diferente al mostrador. El suelo manchado y desgastado. Y una papelera (con el logo de la casa de helados) en primer plano, y además de lado.
Podría parecer la descripción de un ambiente desagradable. Y sin embargo nada más lejos de la realidad. Será que el techo, el verde de la pared, la madera del mostrador, la camarera cuando estaba parada… daba gusto verlos. Pero no es sólo una cuestión de contrapeso. Hay algo más en el conjunto, algo imposible de parametrizar, que acaricia el todo con su mano, lo suaviza y lo comulga.
¿Se pueden alcanzar cotas elevadas en arquitectura proyectando con este tipo de equilibrio informal, malabarismo conceptual, despreocupándose de la vida propia que toman las cosas?
Hay combinaciones mágicas de desorden que consiguen que todo lo que llamaríamos «imperfecto» importe menos. O no importe en absoluto. Lo absorben y modifican el carácter del conjunto. Lo mejoran sin exigir nada a cambio. Convierten en positivo todo lo que a priori «no debería ser», pero que se da inevitablemente en el día a día.
Hay personas que saben hacer lo mismo.
Resulta fácil convivir con ellas. Quizá, incluso, demasiado.
¿Acaso hay que renunciar a la perfección?
cuando el racionalismo conduce a la austeridad,
cuando el "less" no siempre es el "more",
la arquitectura pierde su sentido original de la protección.
El mundo debe atraer más a la belleza, deberià llamar más la poesía ..
Los azulejos brillan, las estanterías de vidrio también, hasta el calzado de la camarera está impoluto, con la difcultad que conlleva tener calzado limpio trabajando en un bar de este tipo. En definitiva, todo está dispuesto de manera que sea útil, cómodo y "agradable".
Me hace pensar en aquellos espacios donde uno está gusto por que la gente que se ocupa del lugar, sin pensarlo demasiado, hace que sea así.
También me hace pensar en que me encantan las imágenes de arquitectura donde se hace resaltar la relación de los usuarios con los espacios (Eames House, Lacaton & Vassal)
pero quizá estemos de acuerdo en que un desorden mucho mayor, sin limpieza ni cuidado, puede ser también muy agradable. pienso en el taller de un Giacometti en plena faena, por ejemplo.
bendito usuario, en cualquier caso.
Estoy hablando de lugares en los que el arquitecto no aspira a un diseño cerrado, sino que deja un espacio (nunca mejor dicho) para que el usuario lo complete y lo convierta en suyo. Me gusta vivir en esos lugares.