La herencia del lugar.
Durante un kilómetro y medio, una suave pendiente acompaña el recorrido que une Virgen de la Vega y Alcalá de la Selva. Definiendo esta vega: a poniente la ladera constante de la sierra, el fondo sobre el que se recorta Alcalá, y por el este el relieve se abre en los pasos que la conectan con el resto de la comarca. Marcando el recorrido las huellas del vínculo entre las dos poblaciones: desde las construcciones de la Ermita de Virgen de la Vega, el Humilladero y los lavaderos públicos a las claras trazas de las alineaciones de chopos. La senda fluvial dibuja el punto más bajo de este recorrido. La naturaleza define este lugar sobre el que el núcleo de Alcalá y su Castillo ejercen una presencia tutelar. Su silueta define una constante sobre la que se presentan los acontecimientos del paisaje: de pronto sobre se adelanta el macizo rocoso de la Piedra del Sapo o encuadrado entre los chopos se nos presenta el castillo y quizá sobre una peana de viña veríamos la silueta de este cerro habitado.
Habitar la naturaleza.
¿Se puede entender el proyecto desde el paso del tiempo o haciendo de él la materia principal?
Trabajando con la naturaleza puede ser un camino. Uno de los valores de la naturaleza es hacernos conscientes de la presencia del tiempo. Podemos aprender el paso del tiempo en la floración blanca, en las ramas cargadas de verde que presagian el fruto o las hojas rojizas que acabaran en el suelo de los troncos pelados en invierno. El proyecto debería ser capaz de condensar, de hacer visibles estos momentos especialísimos en el lugar. Podría una viña ser el Guggenheim cambiante, rojo, verde, o amarillo de un kilómetro y medio que nos defina esos highlights que ejerzan de polo de atracción a este lugar. El paso de las estaciones en la naturaleza además de organizar el calendario pagano de celebraciones y fiestas se podría marcar con la vida y el vino: con la floración, la vendimia o la cata del vino joven, contribuyendo así a crear los hitos que puedan desestacionalizar la oferta.
La buena vida.
Hedonista es el adjetivo que acompaña a cualquier actividad en vacaciones. Plantear la propuesta como el marco dónde esta vida se pueda desarrollar. El trozo de tierra en la vega y la vivienda en el pueblo como el haz y el envés de este habitar. Una vida que se da siempre que se puede: fines de semana, puentes o para la fiesta del vino. Habitar en el paisaje: recoger las peras cuando nos parece que están maduras, comer con los amigos después de vendimiar, leer, dormir o conversar bajo una parra mientras se apaga el día… Si el frío lo permite. Si no en casa, en el porche abierto en el corazón de la planta y desde aquí las vides se hacen lejanas y se convierten en paisaje. Habitar también aquí en el paisaje.
Más allá de discutir el producto elegido para el cultivo, parece de difícil productividad en este lugar al pie de unas pistas de esquí, es muy interesante el intento de generar actividad, ya que sino poco sentido tendrían las viviendas.
Interesante también la implantación, que toma con sumo cuidado la traza de lo existente alargándola sin presenciar discordancia alguna entre el proyecto y el lugar, manteniendo el cuidado por la pendiente que enmarca la montaña entre las cubiertas y el cielo.
Sin embargo, creo que el anàlisis del lugar debería haber ido más allà, teniendo en cuenta la sociedad del lugar. Desde mi punto de vista las plantas bajas de un pueblecito tan pequeño no deberían ser "muertas" llenas de usos dormitorio de coches ya que en los meses de calor (buena temperatura), de Abril a Octubre, se forman corros de gente en cada puerta, en cada rincón que las casas ceden a la calle y este proyecto no lo ha contemplado.