Fuente: EL PAÍS
Interesante artículo de Vicente Verdú en EL PAÍS, que habla sobre la calidad de los interiores en la arquitectura contemporánea….
«…No ha sucedido lo mismo con el interior. Toda la sensibilidad parece haberse dirigido a salvar el destino del mundo exterior mientras el interior se desdeñaba. En las escuelas, enseñan a los niños la reverencia al entorno haciéndoles entender que su vida moral y física depende de ello, pero nadie se ocupa de alertarlos sobre las amenazas del interiorismo que pueden acabar más directamente con su amor a la vida.
Desde los comedores hasta las cafeterías de colores naranja que se iluminan como quirófanos, los arquitectos, los interioristas, los decoradores o los aficionados han colmado nuestro país -y otros muchos- de ambientes que corroen la vida, arrancan pedazos de fe y contribuyen a soportar el mundo como una incesante producción de telebasura. Cualquier empresario puede plantearse la inauguración de un cine, un hotel, una tienda y nadie parece pensar que la mercancía y el cliente mantendrán una relación dentro de ella.
Pero lo peor es que lo piensan. Lo piensan los arquitectos de algunos hospitales que diseñan pasillos como largos túneles hacia el tanatorio, lo piensan los ambientadores de aeropuertos que los convierten en almacenes de carga y descarga, lo piensan quienes habilitan redacciones de periódicos transformadas en clínicas para incurables.
El medio mediatiza y mide el valor de la cosa. Si el entorno exterior se introduce en los productos, el interior todavía más. No es lo mismo comer en un restaurante funcionalizado para satisfacer mecánicamente el apetito que en un espacio donde se atiende al placer. No es lo mismo conducir en el interior de un coche tapizado sensatamente que en un modelo preparado para enloquecer….»